martes, agosto 31, 2010

*INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO AL FUNDADOR DEL COLEGIO, DR. IGNACIO DUARTE y QUIRÓS*.




*PALABRAS DEL RECTOR, ING. RAFAEL BONET 31 – X – 1940.  Al cumplirse 70 años*  

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Saludo al señor Ministro de Justicia e Instrucción Pública, investido de la alta representación del Poder Ejecutivo de la Nación, y pongo en sus manos el corazón de esta juventud.
Vamos por un instante a golpear en la puerta del templo de la historia. En acto íntimo, con unción religiosa, dejaremos caer el laurel de la ofrenda sobre el plinto del monumento que emerge ya, palpitante de luz, en su sueño de siglos. Llegamos envueltos en la atmósfera cálida y fragante del santuario que en nuestro interior hemos levantado para adorar aquello que nos da el vigor en la ascensión del espíritu, aquello que es la razón de ser del existir en plenitud de bien y de verdad.  
Golpeamos y otras manos invisibles repiten los golpes suavemente. Se escucha a nuestro alrededor un rumor de voces y de cantos balbucientes, tal vez una oración, una elegía. Más lejos un grito, esa fuerte expresión que raya el alma; el grito, esa fuerte expresión que raya el alma; el grito revelador de un fuego interior, trémulo de esperanza, de piedad, de perdón, acabándose en sí mismo. Miramos: una columna, una sombra. Y el rumor se acentúa, y aquella sombra de almas que fueron, seres penetrados de honda gratitud, que dijeron un día esa santa palabra, que se elevaron serenos bajo el divino influjo eucarístico en la hora solemne de alcanzar el infinito; aquella sombra, como una teoría espectral que se insinúa desde lejos, desde la eternidad, se agrega a nosotros en este bello y delicado instante para venerar el espíritu del Padre del Colegio en el sitial consagrado por la fe y el amor.
Aquellos que supieron de su presencia luminosa; aquellos que recibieron la educación “en virtud y letras”, como lo manda y lo escribe el sacerdote insigne, el DR. IGNACIO DUARTE y QUIRÓS, y se cumple, hoy como ayer, en este recinto que es su templo, en este MONSERRAT que es el suyo y en nuestras almas que son su aposento; se unen y se confunden con nosotros, empujados por el mismo designio, para rendir en esta hora cristalina el homenaje reverente de su Colegio, de su Córdoba amada; homenaje que traduce, en su expresión más pura, la estrofa inmutable del amor, esculpida en lo hondo de nuestros corazones y cuyo profundo sentido moral, vibra como un estremecimiento de alas recién abiertas, en el alma de esta juventud monserratense, que eleva en lo alto las armas de DUARTE.
Ya está en el bronce. Inmortal en su esencia, sus hijos harán de él un símbolo. Frente al monumento, juventud del MONSERRAT, recogeos para dar al ritual de la alabanza todo el fervor debido, cuando la mirra consagratoria lo envuelva sutilmente en su halo de perfume. Llegad hasta él con alta dignidad, reverenciad el espíritu del Padre. Sobre la egregia figura, caiga el rocío de vuestro amor, embellecido de fe y de virtud.
DUARTE representa, en la historia de la cultura del país, la fuerza trascendente de más vigor que aparece en el claro oscuro de la Colonia. Dilatado y de límites inciertos, despoblado y sin rutas, el Virreinato representaba una realidad dura y hosca, frente a los propósitos de los hombres mejor dotados para desarrollar una empresa. Núcleos aislados de indios y españoles, de vida primitiva y simple, salpicaban precariamente la vasta soledad pampeana. En ese desierto de incertidumbres, de dudas, de miedo, de noches en acecho, largas y dolorosas, cobijado el pensamiento en el rincón misérrimo, frente a la cruz consoladora; los taumaturgos de la fe, ungidos por aquel dolor que iluminó el mundo, por aquél dolor humano y divino que se ofrendó a las almas en sublime caricia salvadora, para empujarlas hacia arriba, hasta azularlas en plenitud de belleza; los sacerdotes de Cristo elevan el credo sublime de la religión en el silencio inconmensurable de la Colonia. No saben adónde van; sólo saber que deben caminar, caminar siempre en esta inmensidad desconocida, hasta morir en la heroica cruzada, dejando en los espíritus sencillos el alivio de alcanzar la paz y la esperanza en el mañana.  
Y por esas caminos espinosos, en la aldea elegida, donde el Angelus del campanario de LOYOLA, derramada, por vez primero, la sinfonía del misterio en los crepúsculos, nace, a principios del siglo XVII IGNACIO DUARTE y QUIRÓS, de ilustre prosapia. Nació aquí, en Córdoba de la Nueva Andalucía, en la heredad de sus mayores. Conoció y percibió en toda su magnitud las expresiones delirantes de la lucha cruenta del evangelizador y del indio. Penetró en el fondo de las almas que gritaban inconscientes la ausencia de una moral; llegó hasta la intimidad de aquellos corazones deshechos en la tristeza de un vivir oscuro, sin Dios, sin verdad, sin esperanzas, rodando en la prolongada noche de la ignorancia.
DUARTE mojó sus dedos venerables en el llanto de aquellos ojos que se abrían por vez ante la revelación de la luz de la eternidad, consustanciada en el acto místico del santo, infundido de piedad, profundo en la invocación magnífica del verbo. Sus manos húmedas de esas lágrimas, bendecían a los huérfanos de toda caridad.
Presente en todos los sitios de la desesperanza, de la tragedia, arrancaba del abismo con el solo esfuerzo de su palabra persuasiva, los seres que se hundían en aquella vida monstruosa, instintiva y brutal, y los conducía de la mano, como hermanos perdidos, hasta el templo, hasta su propio hogar, y los prodigaba las enseñanzas necesarias a una nueva conformación de hábitos y costumbres; despertaba en ellos nobles sentimientos y los acercaba al sagrado fuego de la religión. Su corazón, acariciando al niño, - repitiendo a D´ANNUNZIO – “se cerraba como un nudo y se abría como un cáliz”. Su profundo amor por el adolescente se percibió desde su niñez y es ésa su mayor gloria. Esa vocación de Padre con la que se arrobaba al modelar paternalmente la pura sustancia del alma juvenil en la plástica de una dignidad capaz del bien, la practicó hasta morir, con el mismo fervor de los primeros días; porque él supo que esa elevada misión, representaba la más excelsa de las caridades y su corazón, que se abría como un cáliz, se volcaba en blanduras de lirios cuando su espíritu se extasiada en la obra cumplida de PADRE, MAESTRO y SACERDOTE.
DUARTE, SACERDOTE Y SANTO, integra su vida inmortal por su acción de EXCELENCIA ética y bienhechora, en una curva siempre ascendente, cuya trayectoria representada por la más jerarquía del intelecto y de la virtud, escribe en el tiempo, en caracteres imperecederos, uno de los poemas más sobresalientes que registra la historia de nuestra patria. DUARTE, movido de sólo impulso de la caridad, funda esta Casa para educar en virtud y letras. Alta misión de iluminado. Su espíritu imbuido de la fuerte sustancia de los sagrados libros, extrae el sentido de las palabras de SAN MATEO,: “los que instruyen en la justicia a muchos, serán como estrellas en perpetuas eternidades”. Y la Laudación Primera refiriéndose a estos imperativos, dice: “Fue impulsado a fundar esta Casa de estudios superiores donde se formarían en toda justicia y en todas las virtudes los nobilísimos adolescentes de todas estas provincias”.
¿Qué había dentro de este Padre excepcional?
Había todo: una magnitud espiritual, extendiéndose al infinito, plena del más profundo conocimiento del alma humana, y movida por una fuerza divina, cuyo foco central encarnaba el amor. Es del amor la obra de DUARTE, es la caridad su creación, es de la piedad su esencia. Su acción se resume en su obra. Por ser obra del espíritu, dice PASCOAES, “es invencible y sólo ella triunfa y se propaga” . Y la Segunda Laudación  consigna: “IGNACIO, sacerdote, cultivó todas las virtudes: fue casto, puro, modesto, prudente, deseosísimo de la salvación de los demás, castigador de crímenes, abogado y padre de los pobres. Así cuando él se dedicaba en casa, a los libros y a la contemplación de las cosas celestiales, se podía, con toda justicia, dudar si era más santo en casa o en el templo. Por eso DUARTE mereció ser venerado e imitado y llamado por el Rey Católico en las Cédulas reales, por las que se concedía fundar nuestro Colegio, Sacerdote, santo y docto”.  
Su fundación nace y rica: fuerte bajo el imperio del credo de Cristo; rica por el arcón que prodigó sus manos largas y blancas derraman hasta el último maravedí.
Así nace su Colegio, creación heroica, porque es de héroes esa voluntad, imponiéndose vidente en el desierto inhóspito de aquel amanecer del intelecto. DUARTE interroga el destino, de frente  ante la inmensidad que lo rodea. Penetrado del hondo sentido histórico de la civilización europea, con profundo saber filosófico, ungido con aquellas virtudes que le dan la propia luz para proyectarse sin sombras como las estrellas; de rodillas ante el altar de su madre, de su SANTA de MONSERRAT, formula un voto de esta fundación como el mayor homenaje de fe y de amor.
El santo se detiene con la mirada fija en el rostro de la MADRE; su alma, que ha recogido el dolor ancestral de los que sufren y dejaron sus vidas entre sus manos, parece que escapara de su forma tangible y se elevara embellecida de hondo misticismo, en la plegaria que formula trasuntando todo aquel dolor humano, bendecido y santificado en su sacerdocio.
Se recoge en sí mismo. Perdura en su frente un haz de luz. Repite en armonioso rezo la oración para todos, la oración que sólo aquellos labios podían expresar, porque esos labios sólo se abrían para decir a los hombres las palabras del Maestro.
Finaliza el siglo XVII. (1687-2010). El Colegio de DUARTE va a llenar su alta función en la vida estudiantil del Virreinato. La orientación de los estudios respondía necesariamente al espíritu de la época. Nuestro Colegio seguiría la tradición cultural de la Península: LA ENSEÑANZA de las LETRAS DIVINAS y HUMANAS, bajo un régimen absoluto de normas y preceptos morales y religiosos. Ya lo había dispuesto su Fundador: “EDUCAR en VIRTUD y LETRAS”. El contenido humanista de este concepto director explica suficientemente la tendencia en la formación de la juventud, cumplida con todo esmero y decoro en el Colegio.
Han pasado los siglos, del Siglo XVII al XXI. El instituto de DUARTE ha mantenido esa tradición hasta nuestros días. Ha respondido, eso sí, en todo momento, a la evolución de las costumbres y de los métodos de enseñanza, con un criterio armonioso de adaptación. SU PLAN  de ESTUDIOS (1927-1979) EN VIGOR desde hace catorce años (1927-1940), estructurado sobre las humanidades clásicas, es, a nuestro juicio el mejor condicionado para su fin.
El valor educativo de la antigüedad clásica (GRECIA y ROMA) en lo que respecta al estudio de sus lenguas, dice MONTOLIÚ, “proviene no sólo de su valor sustantivo de humanidad jamás superado en ningún otro período de la historia, sino también del hecho de que esta antigüedad         clásica es una época de culturada cerrada en sí misma, llegada hasta su término final y habiendo cumplido totalmente su evolución. Esto da un valor de experiencia insustituible para la juventud”.  
Resulta imposible y hasta aventurado pretender realizar obra de alta jerarquía en todos los órdenes de la especulación mental, sin el conocimiento directo y madurado de aquella cultura que conserva el frescor de una fuente inagotable, cuyo rumor inunda de voces permanentes el eterno andar de la humanidad, dando a los espíritus que procuran enaltecer su acción, el alimento sustantivo de su perenne belleza.  
Si por si acaso seccionáramos los vasos por donde circula la savia de aquellas raíces de las que la humanidad extrajo el perfume que dio a los seres una vitalidad más fuerte, un armonioso equilibro de las facultades, una radiante serenidad del intelecto, un sentido moral capaz de la ascensión permanente del espíritu; las generaciones así educadas caerían en la noche sin estrellas, bajo el frío de un crudo racionalismo, y carecerían de aquel contacto creador, fresco y puro, de esa civilización que ennobleció al hombre imprimiéndole un sello máximo de perfección. Serían, permíteseme el símil, como esos seres ausentes de infancia, del período inapreciable de la vida, en que la madre teje para la sutil urdimbre del tesoro mágico de nuestra sensibilidad: BONDAD, TERNURA, FINEZA; valores primarios en nuestra realidad de hombre, que ella extrae cuidosamente del fuego de su amor en un esfuerzo heroico, humano, y divino. Esos seres así constituidos, sin el nexo vital del primer período, tendrán que padecer la torturante noche de silencio prolongando sin el amor de la madre. No habrá en ellos en ellos esa poesía de la sensibilidad, que decora las maneras y atenúa los impulsos.
El río no puede ignorar su fuente y razonando con LAMARTINE, es un misterio, pero es un hecho, que la imagen de lo bello, que el tipo de lo bello, que el sentimiento de lo bello se repiten con mayor evidencia y fuerza en las obras maestras de la antigüedad. Esto no se demuestra, se siente”.
MARCEL PLAISANT decía, en un memorable discurso pronunciado en la Cámara francesa: “CONVENCIDO de la nobleza de la función que corresponde a la enseñanza secundario, quiero creer que jamás seremos bastante exigentes en la formación de la ÉLITE y en la decoración del espíritu. Es necesario elevar al pueblo para extraer de sus filas más humildes esa aristocracia que es indispensable para el perpetuo rejuvenecimiento de la verdadera democracia. Si se me permite pedir prestado la peroración de un orador romano, recordaré las bellas palabras que figuran en la defensa de SESTIO:  “Que la salvación de la ciudad repose sobre los mejores, sobre los que son grandes por su inteligencia, grandes por el carácter, grandes por el alma, porque esos hombres son los verdaderos defensores de los principios, de las libertades, de las tradiciones de la República”.
Sobre estos principios que fijan claramente una posición en la enseñanza media y que la experiencia nos permite subrayarlos como eficaces en sus resultados, reposa nuestro régimen educacional que custodia, alienta y dirige nuestra ilustre Universidad.  
Jóvenes premiados: HORACIO ALBERTO OLIVA VÉLEZ y EDUARDO RICARDO YOFRE. Sé que vosotros corazones laten fuertemente. Os veo embargados de una emoción que por vez primera vibra en vuestros seres: es la exteriorización de la virtud que se abre en flor sobre vuestras frentes, fruto del esfuerzo, de la constancia, de la dignidad.  
El insigne honor os obliga a una consagración sin desmayos en la dura ascensión de la montaña. Las armas de DUARTE, que ennoblecen el oro de la medalla, os escudan hasta ahí donde la integridad de vuestros procederes esté en consonancia y conserva el sentido de su mandato superior. El camino para ser hombres y llegar a la perfección lo tenéis abierto; y consiste en hacer de cada piedra del camino, una obra escultórica luminosa de amor y de belleza. Mantened el ritmo en la exaltación de los grandes valores del espíritu por el bien y la verdad. Vivid el poema del hombre y haced cada día un verso musical y profundo, que trasunte ese calor humano, generoso y bueno que nos hable de paz y Dios.
Esta estatua no llega tarde. Hace un siglo hubiera sido una gran estatua para un modesto Colegio. Hoy es una estatua modesta en un gran Colegio. Igual que el hombre despierto, con claro criterio y fuerte espiritualidad, que antes de construir su casa prepara cuidadosamente el marco decorativo que habrá de embellecerla y prestigiarla, cubriendo de árboles el predio, trazando con cariño las avenidas y canteros del jardín familiar, donde l casa será el lógico y precioso coronamiento; así, en estos veinte años, hemos procurado con asidua labor, ampliar los claustros, elevar las paredes, multiplicar las aulas, decorar externamente el edificio, y más que todo eso, interpretando la razón del Instituto, le hemos devuelto, solemnes y sonoras, las enseñanzas clásicas, caras al FUNDADOR, a la vez que custodiábamos el tesoro tradicional de la cristiana formación por él encomendada, y recién después de cuatro lustros de continuo bregar, cuadruplicada su población escolar, consideramos que la figura prócer de nuestro amadísimo Padre hallaría un digno recinto y un coro maravilloso de hijos amantes y reconocidos, presentes aquí a su alrededor.
De tal suerte, ESTATUA DE DUARTE y QUIRÓS deja de ser un frío monumento más en la vida artística de CÓRDOBA para centralizar una obra viviente, de perfil seguro, de prestigio resonante, honra de CÓRDOBA y de la Patria Argentina. Y glosando el verso admirable de HORACIO : “Nec magis expressi vultus pera enea signa Quam per vatis opus animus adparet” : “La mente del vate se revela más por la obra, que por el rostro expresado en la estatua de bronce”. Diremos también nosotros que la fisonomía augusta de nuestro FUNDADOR  está interpretada menos por el buril del escultor, que por el reflejo perenne de su mente previsora y provisora, en las almas de los alumnos, en las enseñanzas de los maestros, en los afanes de los rectores, en las aulas y en los claustros, en las bibliotecas y gabinetes, en fin, EN LA MAGNÍFICA IRRADIACIÓN DE LA OBRA SECULAR DEL MONSERRAT.
*CENA DE DESPEDIDA A BACHILLERES. 4-XI-1938*

*…Y cuando se ha reasumido en lo infinito, cuando ya no es más que azul de inmensidad su grande alma, sobre la tierra florecida y fructificada por su por vasta fatiga, siguen cruzando aún – nubes ubérrimas preñadas de lluvia y de aurora – sus ideas, sus doctrinas, sus páginas que exaltan nuestros espíritus, como al proyectarse sobre el área campal, la sombra del cóndor hace levantar las frentes”.*

*LEOPOLDO LUGONES*
Nuestra campana, la campana de todas las horas, ha dejado de sonar. Su llamado familiar nos dice del principio y el fin de un sagrado deber.
Para vosotros, jóvenes bachilleres, el son de la campana será desde hoy un recuerdo de algo intensamente vivido. Entonces, su eco se repetirá en vuestro diario vivir, para que os ayude a cumplir las obligaciones de ciudadano y la vida no os ponga faltas ni suspensiones por incumplimiento de deberes y el honor, celoso guardián, os llame siempre para exaltar la lección de hombría de bien.
Los bachilleres de año pasados se retiraban del Colegio silenciosamente. Ni una palabra, ni un hecho singular subrayaba esa partida. Maestros y alumnos vivían esa hora confusa, indeterminada, de la separación de almas que seguramente en su fondo, aspiraban a un adiós que hiciera converger por un instante siquiera los afectos nacidos en el aula. ¿Cómo era posible esa separación, fría, indiferente, cuando se ha convivido seis años en intensa acción cultural? ¿Cuándo mediante una labor continua y de superior consagración de los maestros se ha llegado a plasmar en forma adecuada las jóvenes inteligencias? Si un simple contacto amistoso obliga a un adiós de manos apretadas en la puerta del hogar, esta larga conversación creadora, de seis años, que principia en vosotros perfilando un mundo nebuloso y termina elevando el espíritu hasta sentirse en la magnífica posesión de hombre, ¿puede clausurarse en silencio? Vosotros frente a la vida, frente a nuevos panoramas incógnitos todos, y nosotros, docentes que hemos cumplido una jornada que exige revisión, una conversación en pleno que traduzca la suma de todos los recuerdos de nuestra tarea al servicio de la juventud, debemos, tocados de íntima emoción, maestros y alumnos, juntar los corazones, alargar los brazos hasta sentir que ellos envolvieron todo el cuerpo en hermosa unión, para consagrar este instante trascendente de mutua amistad, fecunda en ideales y divina en su esencia; porque ella evidencia el más noble de los esfuerzos del hombre para el hombre, y deshoja en afecto y gratitud sobre la frente de los maestros que supieron dirigiros con verdad y con amor.
Os he reunido aquí por primera vez bajos estos venerables claustros de nuestro hogar común, donde la patria se siente mejor y es amada con más profundidad. He querido que vuestra partida posea el sello de un adiós que no muera. He querido que el abrazo de despedida mantenga vibrante en cada uno de vosotros la presencia del alma del Colegio en vuestras almas y la llevéis a esa presencia sin fatiga. He querido que se sienta y se concrete la unificación total de nuestros espíritus en un solo motivo, transparente de noble idealismo, “tal como en la misma gota de miel los jugos de diversas frutas”.
Esta mesa ha sido tendida para rendir un homenaje al amor. La decoran los colores de la Patria y los del manto sagrado de la Madre del Colegio, bajo cuya advocación nació y perdura en el tiempo. El ambiente es preciso a la reverencia. La preside el Señor Rector de la Universidad, DR. SOFANOR NOVILLO CORVALÁN. Su prestancia intelectual adquiere en este lugar singular significado. La eminencia de su dignidad eleva el rango del ágape cordial y su espíritu, animado siempre de esas inquietudes que tienden a la formación moral de la juventud; deja fluir, en la emoción que lo embarga, el hondo cariño que profesa a esta Casa donde se siente todavía maestro.  
Señor Rector: No sin una feliz coincidencia este banquete se celebra en el día que la Cristiandad consagra a SAN CARLOS BORROMEO, Patrono de la Universidad de Córdoba. Para la gran mayoría de estos jóvenes, entre esta despedida del Colegio y la bienvenida que Vos les daréis en nombre de la Universidad, no habrá más intervalo que el de un corto y merecido reposo.
Os ruego, señor, que reservéis un lugar preferente a estos hijos nuestros formados según el corazón de DUARTE y la mente de TREJO, pues ellos serán el baluarte de las mejores tradiciones y la vanguardia de las más arduas conquistas del saber.
Esta mesa tiene un sentido ajeno a todo designio utilitario. Los hombres que la rodean están perfectamente definidos; son afines en el propósito que les anima: por eso su rítmica cohesión. Árbol y fruto, expresión total de un complejo de vida y de esperanza, de acción y sueño; de jugos y armas; realidad sustantiva que se enorgullece en el decoro de su alcurnia nobilísima y exalta la virtud que florece en su contenido intrínseco. Virtud en el fino cristal con que simbolizó este abrazo; virtud en su sonoridad que repite voces de primavera; virtud en su transparencia que no nubla su contenido; virtud en el preludio del sueño juvenil armoniosamente subordinado al motivo musical de nuestra alma Mater; virtud en la acepción heroica, empenachando el espíritu para alcanzar los dominios de Dios.
JUVENTUD: en vosotros se manifiesta esplendoroso el canto de la vida, vierte en el coro el poema humano; grito de alegría que juega en los labios mostrando la fuerza corporal y el optimismo de vuestras ilusiones. Sois primavera y por lo mismo tibieza, exaltación desmedida, conjunto de esperanzas, torbellino de sueños de sueños que se confunden y se mezclan en la mañana de este día colmado de sugestiones creadoras.
JUVENTUD: La Novena Sinfonía, el monumento excelso de la música, vierte en el coro la poesía inmortal de SCHILLER, el Himno a la Alegría. Poesía y música se complementan en la obra magistral: música para la Alegría, himno para la Alegría. Bajo su influjo las almas se embellecen, vuelven al ritmo del amanecer, un poco de frescura en los afanes y una claridad llena de esperanzas en los crepúsculos.  
Dadnos JUVENTUD, aquello que es toda pureza en vuestros corazones; volcadla sin reservas en esta reunión para trasmutar el cansancio de nuestras vidas. Anhelamos que el entusiasmo que os embarga se extienda sobre esta mesa ofrendado en flores, para aumentar las flores que la decoran. Dejad hablar el corazón. Los aquí formados en estos nobles claustros saben del perdón y del amor. Dadnos JUVENTUD, la poesía de vuestras ilusiones.
Frente al propóleo del templo estáis viviendo el secreto de vuestros destinos. Vais a caminar solos. Los maestros de vuestra formación os dan el último abrazo, estremecidos de hondo cariño. Debéis llegar a toda costa a los altares del templo, allí donde flota la mirra que arde en los pebeteros de la consagración. Debéis llegar a ellos por el esfuerzo propio, camino del bien, de la verdad y de la belleza.  Ya sabéis algo del dolor y del amor. Sabéis también de las ponzoñas que deforman el espíritu; pero sabéis por sobre todo, que lleváis a conciencia un bagaje de ideas, de sugestiones nobles, de útiles enseñanzas adquiridas en este grande hogar de la cultura. Sabéis también que sois dueños de una concepción del mundo, suficiente para percibir con claridad la aspiración vocacional, y poséis un intelecto ágil, capaz de soluciones  adecuadas. Vais a caminar y por fuerza tenéis que luchar. La vida sería una cosa estúpida y sin sentido si no se manifestara en una permanente vibración de fuerzas opuestas. La lucha se presenta en dos formas fundamentales: la que tenéis que librar dentro de vosotros mismos y aquella  que se desarrolla en la vida exterior. Ambas deben ser concurrentes en su acción para lograr la ascensión del espíritu, porque ascender en el imperativo impuesto en la existencia del hombre. Es necesario luchar con tenacidad contra el fuego invasor de nuestros instintos, hasta apagarlo; contra esas resistencias que destruyen al ser moral; para que así, los superiores valores del alma, embellecidos en la verdad y en el bien, por obra del esfuerzo continuado con alta dedicación, traduzcan, en cada momento de lustras vidas, el divino lenguaje de Dios, en el hombre que os corresponde crear en su juventud.
Tenéis que luchar hoy más que ayer. En todos los órdenes de la actividad, las exigencias crecen a medida que avanzamos. La muerte de la propia emulación creará la tristeza del aislamiento. Si sentís que hora a hora declinan vuestras fuerzas morales, romped la apatía. Escudriñad por un instante el propio y rico acervo cultural adquirido en estos claustros; interpretad y extraed de la palabra de los profesores su profundo sentido humano; recordad esta noche donde los corazones se juntaron, palpitantes en un sentimiento común, cuya esencia en el tiempo dará a vosotros el impulso trascendente para seguir adelante en vuestro  destino, “Todo parece más hermoso – dice GAUTIER -, cuando es visto a la distancia y las cosas toman un relieve especial si son observadas en la cámara oscura del recuerdo”.
BACHILLERES: esta hermandad creada entre vosotros, dulce hermandad, sincera amistad, sea siempre fresco deleite de fuente, exquisita fragancia de flor siempre abierta. Mañana, ya agrupados en los estudios según vuestra vocación, no olvidéis estas bellas palabras dichas en la oración que SAN GREGORIO NACIANSENO escribió en honor de SAN BASILEO, su cordialísimo amigo  y compañero de estudios en Atenas:
“Nos guiaba una esperanza igual de adquirir doctrina y sin embargo toda envidia habíamos desterrado, ardiendo tan sólo en emulación. Nuestra disputa no versaba sobre a quién correspondiera el honor de ocupar el primer lugar, sino el de cederlo al compañero, ya que tanto uno como otro, reputábamos como propia la gloria del amigo. Dijérase que una sola alma fuera de ambos y que llevara dos cuerpos. Un  pensamiento único nos guiaba, el de adquirir virtud. Si no fuera arrogancia decirlo, éramos el uno para el otro como regla y norma de conocer y distinguir lo bueno de su opuesto. Nuestra plática no era ya con lo licenciosos y libertinos, sino con los mejores y más honestos jóvenes; tampoco usábamos con los bulliciosos, sino con los amantes de la quietud y de la paz. En cuanto a las disciplinas, nuestro gusto no se inclinaba hacia los más agradables, sino a los más excelentes”.
Un estudiante del Monserrat posee una mente creadora y una voluntad constructiva. El espíritu del claustro ha plasmado en vuestro mundo el principio cimental de una jerarquía moral, imperecedera e intransferible. Tenéis el deber de ser hombres y la consigna de dignificar el templo de DUARTE y cuidar de vuestros nombres.
Y ahora, el lema de FOUQUET: “¡¿Quo non ascendam?!, “¿Adonde no me será lícito ascender?”. Ya que sentís profundamente esta incitación, no olvidéis nunca que debéis acompañaros en esa ascensión del honor y del patriotismo.
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar ALERTAS en el bunker, SOPLA EL PAMPERO, con el aceite hirviendo por la PATRIA HISPANOAMERICANA y ARGENTINA, gspp.*

sábado, agosto 21, 2010

HISTORIA DE LAS UNIVERSIDADES FRANCESAS Y EXTRANJERAS

“HISTOIRE DES UNIVERSITÉS FRANÇAISES ET EXTRANGERES, DES ORIGINES A NOS JOURS »  2 vol. A. Picard, Paris, 1933. *único ejemplar en Córdoba: Biblioteca de la Academia Nacional de Ciencias.*
*STHEPHEN D´IRSAY

Editó : Lic. Gabriel Pautasso

*Capítulo III: 
I.                  La enseñanza de la Filosofía en la Escuela Catedral de París.
II.               La colonización estudiantil-escolar en la ribera izquierda del río Sena.
III.           El nacimiento de la teología científica y la Filosofía Escolástica.
IV.           La cristalización de la cofradía universitaria y sus funciones.

*Al fin del período que hemos tratado hasta aquí, el estudio y la enseñanza de las artes liberales sufren un notable cambio.
La Gramática comienza a ceder su lugar privilegiado a La Dialéctica, que se encuentra particularmente en boda.
La Retórica se transforma en Ars dictaminis, mientras que el resto de las artes sirve de introducción a estas dos disciplinas; el Trivium y el quadrivium son reformados según la concepción de una nueva cultura filosófica que data de ALCUINO.
He allí una diferencia esencial entre la educación y la alta enseñanza medieval, universitaria.
Los romanos habían estudiado las artes por las artes.
La Edad  Media no cesa de considerarlas como medios, como el medio para llegar a una cultura filosófica; las artes son ciencias especiales sobre las que se apoya la filosofía y de dónde saca sus elementos, pero es la filosofía que cuenta y no la Gramática.
Es lo que se ve a la Dialéctica retornar al primer lugar entre las artes; daba su un fundamento formal a la filosofía, a la iniciación lógica – y el Organon de ARISTÓTELES -, en la traducción de BOECIO, deviene el centro de las artes liberales en el siglo XII.
Pero la filosofía engloba muchas otras cosas: la Cosmología y la Psicología de ARISTÓTELES – El Alma, la Historia de los Animales, la Meteorología, las obras de PLATÓN, sobre todo el Timeo, que atraen de JUAN ESCOTO ERIÚGENA.  
Estas obras filosóficas entraron en la enseñanza de las artes, extendieron el alcance y la transformaron en una verdadera escuela preparatoria de Filosofía.
Es en Chartes, en esta época, los estudios filosóficos eran los más avanzados.
Allí se estudiaba mucho la ciencia natural, contenida ya en ARISTÓTELES, ya en ciertas obras árabes – de matemáticas, de astronomía, de óptica, por AL GASERL, AL KINDI, - que comenzaban expandirse a Occidente gracias a la labor de los traductores de TOLEDO de ESPAÑA, de SICILIA, de ORIENTE. Es cierto que todas estas traducciones latinas contribuyeron fuertemente al brillo de los estudios filosóficos que se admiran en el siglo XII; - pero no sirvieron más que para profundizar los datos, no cambiaron el cuadro tradicional.
Se ve también destacarse un nuevo método característico de enseñanza, el método de las disputaciones o disputas intelectuales.
Se remontan probablemente a las “Collationes” de los primeros siglos medievales, que dieron su nombre a la obra de CASIANO.
Se trata de una costumbre monástica de comparación, de “collatio” de cuestiones difíciles, de problemas encontrados en el curso de la lectura; y ha llegado a ser el método famoso apoyado en la dialéctica, elaborado y popularizado por los maestros como ABELARDO, exagerado por sus discípulos; el hombre es siempre proclive a tomar el medio por el fin.
Esta filosofía practicada, enseñada y estudiada en las escuelas devino en la filosofía escolástica por excelencia – una filosofía realista condicionada por ARISTÓTELES (El Organon, la Física, El Alma), penetrada también de elementos neoplatónicos, desarrollada en una atmósfera cristiana, provista por una finalidad y responsabilidad interior y por métodos que le son propios.
No discutimos la fecha de la formación de la escolástica.
En el siglo XI, se ve ya los rasgos esenciales, con SAN ANSELMO y la escuela de BEC, FULBERT y la escuela de CHARTES; en las escuelas del siglo XII, está en pleno trabajo; el éxito verdadero vendrá solamente en el curso de siglo XIII; a purificarse y perfeccionarse en las luchas del futuro. Lo que nos importa conocer, es el vínculo estrecho de la filosofía y las escuelas medievales – futuras universidades.
Se ha estimado justo llamar a la filosofía neo-aristotélica, la escolástica; jamás el mundo había asistido a tal Espectáculo: un sistema de pensamiento, un sistema del mundo cristalizado de alguna manera en los discursos y discusiones de una comunidad; fenómeno único que no se encontrará jamás y don de la vida universitaria alemana del siglo XIX no es más que un pálido reflejo.  
La filosofía formaba, pues, el sujeto de la enseñanza de las artes – salvo ciertas partes, tal como la Ética, que se añadió ya a otro orden de estudios, la de la teología de la cual hablaremos más tarde.
Ahora, es en París que esta enseñanza filosófica se concentra poco a poco, de una manera predominante.
Se ha visto las relaciones que unían entre sí en FRANCIA a las escuelas en los siglos XI y XII; los desplazamientos de maestros y, a continuación, de los escolares; el establecimiento de los grandes centros de estudios al norte del LOIRE, CHARTRES y PARÍS.
CHARTES llena el siglo XI, pero desde 1180, PARÍS entra en rivalidad con él.
Las escuelas de la Catedral, escuelas públicas como todas las otras, fueron allí florecientes y ya muy reputadas bajo el obispo GALON, alumno de IVE DE CHARTRES (fin del siglo XI).
Los estudios fueron desarrollados por otros obispos importantes: la enseñanza de GUILLERMO DE CHAMPEAUX, alrededor del 1100, les dio el primer impulso.
Alumno él mismo de la escuela de LAON y de la escuela de PARÍS, sus cursos de filosofía y teología llegaron a ser célebres.
Defensor del realismo extremo en la célebre querella filosófica sobre la realidad de los universales, se encontró en el corazón mismo del debate y colocó – con su adversario ABELARDO – el fundamento de la renombradía mundial de las escuelas de PARÍS.
He allí, pues, expuesta las causas directas del florecimiento de escuela episcopal: la presencia de un maestro famoso que sabe crear un grupo de discípulos y la actividad de los sabios obispos que se sucedieron, desplegando los mejores talentos de organizadores, tal como PEDRO LOMBARDO, llegado a obispo en 1159.
Añadamos a esto, un factor de la más grande importancia: es que en PARÍS un grupo de maestros se ocupaba especialmente de la Teología, mientras que en CHARTES y aparte en los cursos de las artes y la filosofía ocupaba el primer lugar.
Así, sostenida por el esfuerzo de obispos teólogos, la disciplina sagrada llegó a ser la especialidad y el mismo privilegio de PARÍS, hogar de la alta enseñanza eclesiástica que debía atraer muy pronto la atención de la Santa Sede.
La nombradía de PARÍS lleva allí a intelectuales de todos los países: en el curso del siglo XII, se encuentran allí ingleses: ESTEBÁN LANGTON, futuro cardenal y arzobispo de CANTERBURY, ADÁN y JUAN DE PETIT-PONT – “Vas inexhaustum litteratum – NICOLÁS BEAKSPEAR, el futuro papa ADRIANO IV; italianos: LANDOLFO DE MILÁN; alemanes: OTÓN DE FREISING, obispo y primer historiador de Germania, LUDOLFO DE MAGDEBURGO; daneses: ABSALÓN, obispo de Roskilde y arzobispo de Lund en Suecia.
El jefe de la escuela era siempre el Scholastico, el escolar de los siglos pasado; es un funcionario del obispado, teólogo y maestro de teología que comienza a ser llamado en el transcurso del siglo XI, Canciller (el dueño de las calendas). En Canciller velaba obre el conjunto de la enseñanza, pues esta enseñanza, en la época que nos ocupa como antes también, era dada para la Iglesia y por la Iglesia.
El Canciller era directamente responsable ante su Obispo de los que venían a estudiar y a estudiar – propietario por así decir de la escuela; su independencia como funcionario episcopal y de su escuela como establecimiento diocesano fue asimismo en 1174, en plena época de transformaciones.
Al fin del siglo XII, se encuentra como miembro del claustro de NOTRE DAME, en la Isla de la Cité, la enseñanza de las artes y de la filosofía, la de la teología, del derecho y quizás, de la medicina.
La actividad en este corto espacio fue verdaderamente asombrosa.
Escuchad el testimonio de un estudiante, GUIDO DE BAZOCHES, hacia 1180. Después de haber hablado de los encantos de PARÍS, su dulce clima, la noble de esta isla acariciadas por los brazos del SENA, los jardines y viñedos que cubren las riberas  - uno que crea oír a JULIANO el APÓSTATA en su Misopon – el estudiante continua: “He allí el gran puente – (el puente de Notre Dame) – llenó de toda clase de toda gente atrevida, agitada, lleno de navíos, de riquezas, de mercaderías sin número” – del otro lado del PETIT-PONT, estaba el centro de los maestros disputadores cuyo ardor le recuerda al epistolario la antigua ATENAS.
“Es en esta isla real, la filosofía antigua erigió su sede, contenta de tener el Estudio como único asistente; ella posee la fortaleza eterna de la luz y de la inmortalidad y desprecia la flor destacada del mundo decrépito.
En esta isla, las siete hermanas, las artes liberales erigieron su casa; se leen los decretos (Derecho Canónico) y la ley (Derecho Civil romano) con una noble Elocuencia.
Aquí, corre la fuente de la sana doctrina; ella da movimiento a los tres ríos cristalinos que riegan los campos del espíritu dividiendo el entendimiento (intellectus) de la teología (Sacrae Páginae) en histórica, alegórica y moral.
Las escuelas de la isla de la Cité no eran las únicas en esta época. Sobre la pendiente norte de la montaña de SANTA GENOVEVA profesan maestros ya en el siglo XI; HUCBOLD de LIEJA trabajó allí; más tarde, ALBERIC de REIMS, ROBERT de MELUM Y OTROS.
Pero el verdadero fundador de la enseñanza establecida sobre la ribera izquierda fue ABELARDO.
Era alumno de Laon y llegó a ser maestro en la Isla, representando del nominalismo.
En desacuerdo con la mayor de los otros maestros, se retiró a la MONTAÑA DESPUÉS DE 1106, donde enseña, varias veces, bajo la éjida del Abad de SANTA GENOVEVA, abadía autónoma que escapaba a la jurisdicción del Obispo y de su Canciller.
Racionalista a ultranza, busco sostener, por una dialéctica sutil, su difícil posición: pues era un racionalismo que ponía en peligro su propia existencia, ya que negaba la realidad de los conceptos universales.
Su poderosa personalidad filosófica atrajo a los estudiantes en masa; pero, hay que hacer notar muy bien que hasta la formación de la Universidad de París propiamente dicha (murió en 1142) pasaron unos cincuenta años y que no hay conexión real entre las escuelas rudimentarias de la ribera izquierda de su época y las escuelas de la Isla que dieron nacimiento a la Universidad.
Hubo otras escuelas sobre la ribera izquierda, de las cuales habla JUAN de SALISBURY, alumno de ABELARDO.
ARNALDO de BRESCIA, por ejemplo, daba cursos en SAN HILAIRE, dependiente de la Iglesia de SAN MARCELO.
Los canónigos regulares de la Abadía de SAN VÍCTOR tenían una muy célebre escuela fundada en 1113; ésta contaba entre sus miembros a GUILLERMO de CHAMPEAUX, que se retiró allí; su gloria fue la enseñanza de la teología y mística de HUGHES, RICARDO, ADAM y otros autores y maestros llamados victorinos.
HUGO ha influido profundamente en su tiempo por una erudición que abrevaba sus fuentes en RABANO MAURO, SAN ISIDORO de SEVILLA y en la ciencia antigua; era un teólogo muy escuchado, cuya SUMA de las SENTENCIAS, rivalizaba con la de PEDRO LOMBARDO.
Aunque hubiese enseñado públicamente en SAN VÍCTOR – cada uno era libre de seguir los cursos de su agrado – también es cierto que en la segunda mitad del siglo XII, esta escuela ya a perdido su nombradía.
SAN VÍCTOR fue más bien un hogar de estudios y de contemplación mística que de enseñanza y no se aproxima en absoluta a la Universidad naciente. En todo caso, después de 1150, no se dieron más sobre la ribera izquierda más que  algunos cursos y únicamente para las artes.
La Teología, la especialidad y por así decir la esencia de PARÍS, predominó estrechamente vinculada a la Catedral en la Isla.
Poco a poco los estudiantes de PARÍS, sobre todos de las artes, se hicieron muy numerosos; como no se podía estudiar la teología sin tener una formación filosófica previa que daba el curso reservado a los estudiantes “ex arts”, todo el mundo estaba obligado a seguirlo, comprendiendo en eso los que no tenían la intención de iniciarse nunca en los altos estudios teológicos y era la mayoría.
Sin embargo, la mayor parte de los estudiantes “ex arts” eran ciertamente clérigos – llevaban tonsura y gozaban de privilegios eclesiásticos como que habían recibido las órdenes menores.
En esta “nueva Atenas”, en este “paraíso de delicias”, en medio de la “nación más dulce y más poderosa de todas”, se sintieron privilegiados.
Los maestros y estudiantes adquirieron una suerte de conciencia común poco a poco, una conciencia comunitaria, un espíritu de cuerpo.
Ninguna conexión formal no puede percibirse todavía entre los diferentes maestros; cada uno tiene sus cursos, cada uno su grupo de discípulos.
El Canciller (el dueño de las candelas o llaves, ¿del tesoro real? Siempre con un manojo de llaves) vigilia, pero no participa en la enseñanza.
Los escolares y los maestros o maestros y estudiantes VIENEN DE TODAS PARTES y aunque no tengan propiamente sentimiento nacional o perteneciente a una nación de la Cristiandad, se ve, sin embargo, crecer en espíritu de cuerpo.
Es el orgullo de la vida nacional, el sentimiento del trabajo común, dentro de un cuadro moral que les ha dado este espíritu de comunidad, del cual el mundo, fuera de los muros de la ciudad, fuera de las escuelas parisienses, comienza ya a reconocer la superioridad; se siente que hay allí un nuevo organismo, una potencia intelectual.
Se puede someterle a juicio sus dificultades, se le puede pedir consejo.
“Lo confieso – dice JUAN de SALISBURY – verdaderamente DIOS este presente en este lugar y yo lo ignoraba”.  

*Pues, DIOS ESTÁ ALLÍ DONDE SE ENCUENTRA LA LIBERTAD”; Y ÉL HA SANTIFICADO EL LUGAR DONDE UNO PUEDE DARSE A LOS ESTUDIOS (STUDIA) CON PUREZA DE ALMA, SACRIFICANDO LAS VANIDADES A LAS VERDADERAS CONDICIONES DEL TRABAJO INTELECTUAL:

*“MENS HUMILIS, STUDIUM QUAERENDI, VITA QUIETA
SCRUTINIUM TACITUM, PAUPERTAS, TERRA ALIENA”*

*Así,

« SOMOS ENANOS SUBIDOS A HOMBROS GIGANTES,
POR ESO PODEMOS VER MÁS LEJOS QUE ELLOS;
SIN EMBARGO, NO POR VIRTUD DE NUESTRA AGUDEZA VISUAL,
NI POR LO ELEVADO DE NUESTRA ESTATURA, SINO PORQUE
NOS ENCARAMAMOS Y APOYAMOS EN ESTA MASA GIGANTESCA” .

*BERNARD DE CHARTRES*
Catedral de Chartes

*HASTINGS RASHDALL: “THE UNIVERSITIES OF EUROPE IN THE MIDDLE AGES”. 5a. edición, 3 vol. Oxford University Press, London, 1955. *

*La revolución moral, intelectual y espiritual que tuvo lugar en el mundo europeo hacia la mitad de ese vasto período que comúnmente abarcarnos con el término Edad Media, fue por lo menos tan decisiva e importante como la de dos movimientos posteriores: el Renacimiento y la Reforma, que en apreciación popular, han obscurecido un poco la importancia de la Edad medieval.
El período que siguió inmediatamente después de terminadas las invasiones bárbaras y de la caída del Imperio Romano de Occidente, fue realmente una “edad oscura”, una edad de violencias, confusión e ignorancia generalizada, interrumpida solamente por la pálida luz ofrecida por algunos aislados que, en resumidas cuentas, no hicieron mas que conservar escasos remanentes de la antigua cultura secular y de la teología patrísticas. Es difícil fechar el momento en que comienza la renovación.
El pequeño círculo de hombres ilustrados que adornaba la corte carolingia pareció, por algún tiempo, anunciar una época de ilustración, pero las esperanzas que dejaron entrever que no estaban llamadas a cumplirse en un futuro inmediato.
El siglo X, por lo menos casi hasta el final, fue tan oscuro como los que ya habían pasado.  
*La organización de la enseñanza no se desarrolló eficazmente en EUROPA hasta el siglo XII, período que a veces se ha denominado RENACIMIENTO MEDIEVAL. Hasta entonces, l educación fue una función de los monasterios y las catedrales, y su calidad dependía de la personalidad y capacidad de maestros individuales. Varios factores hicieron posible la aparición de un nuevo sistema de enseñanza, que culminó en las universidades: la seguridad de no sufrir el ataque de enemigos externos, la recuperación de una forma de gobierno más ordenada, la expansión económica y el desarrollo de las ciudades. La fuerza impulsora era bien sencilla: EL AFÁN DE SABER. Los hombres sabían que los griegos y los árabes poseían tesoros de conocimientos que no estaban a su alcance en sus países. Decidieron descubrir el tesoro y hacerlo accesible a través de TRADUCCIONES AL LATÍN, su medio natural de expresión de expresión exacta y erudita. Al mismo tiempo, crearon nuevas formas institucionales mediante universidades autónomas, y fomentaron el estudio en las órdenes religiosas, asegurando así la transmisión de los conocimientos que habían adquirido.
*La figura máxima de este nuevo despertar intelectual fue SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274). Hijo de un noble italiano, recibió su primera educación en la abadía BENEDICTINA de Monte Cassino y en la universidad de Nápoles; en 1244 se hizo fraile dominico. Estudiante de Teología en PARÍS y COLONIA. SANTO TOMÁS dedicó su vida a ENSEÑAR y ESCRIBIR, y produjo una gran obre que ejercería una profunda INFLUENCIA sobre el PENSAMIENTO EUROPEO durante varios siglos (siglos XIII-XXI) después del suyo. Su APORTACIÓN más importante a la teología católica, contenida en su vasta pero inacabada obra maestra, la Summa Theologica, fue el reconciliación de la filosofía aristotélica con las enseñanzas de CRISTO.  
*En síntesis, la Vida, obras y personalidad de SANTO TOMAS. TOMÁS DE AQUINO nació en 1225 en el castillo de Roccasecca, en la provincia de Nápoles, ceda de AQUINO y fue iniciado en la Filosofía en la Universidad napolitana por los maestros MARTÍN y PEDRO de Hibernia. En 1244 entró en la Orden de Santo Domingo, fue después durante largos discípulo de ALBERTO MAGNO y en 1252 enseñó en la Universidad de PARÍS su carrera académica siguiendo los cursos necesarios para obtener el grado de maestro en Teología. De 1256 a 1259 enseñó en la Universidad de PARÍS y después volvió a ITALIA, donde actuó como profesor de Teología, parte en la corte pontificia en ORVIETO y VITERBO, parte en la escuela de su orden en ROMA. Nuevamente fue llamado a la Universidad de PARÍS en e año 1268 y allí desarrolló una gran actividad en escritos y controversias hasta el el año de 1272, en la cual marchó como profesor a la Universidad de NÁPOLES. TOMÁS de AQUINO murió el 7 de marzo de 1274, en FOSSANOVA, donde la enfermedad le hizo detenerse cuando iba al Segundo Concilio Universal de LYON, Francia, al cual había sido convocado personalmente por el Papa GREGORIO X. En unos veinte años, además de dedicarse con éxito admirable a la ENSEÑANZA, mostró como escritor una asombrosa fecundidad que se manifiesta en una producción literaria de altísimo valor.
Seguimos aquí: a MARTÍN GRABMANN, FILOSOFÍA MEDIEVAL, traducción de SALVADOR MINGUIJÓN, Editorial Labor,  Barcelona, 1928-1949.  

*Editó: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Condubensis. INSTITUTO EMERITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía, A 20 DE AGOSTO del Año del Señor de 2010, Fiesta de SAN BERNARDO, Abad y Doctor. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp. *
*MONJE AUSTERO, GRAN ORADOR CRISTIANO Y SABIO DOCTOR,  FUE LA ANTORCHA DE QUE HABLA EL EVANGELIO, PUES ALUMBRÓ AL MUNDO EN EL SIGLO XII Y LE IMPRIMIÓ AQUEL CARÁCTER CRISTIANO QUE TANTO DISTINGUE AL SIGLO DE SAN BERNARDO de CLARAVAL. *


lunes, agosto 16, 2010

*LA HISTORIA CULTURAL y sus PROBLEMAS* por Félix Gilbert

Entre los historiadores es un punto de discusión el que, entre los diferentes campos en que se ha dividido la historia, haya una parte claramente definida y delimitada que puede llamarse “historia cultural”.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso


*El hombre sin educación se preocupará siempre mucho por las complicaciones, por las novedades, por la moda, por la última cosa. El hombre sin educación será siempre un dandy intelectual. La tarea de la educación es hablarnos de las más variadas complicaciones, de toda la asombrosa belleza del pasado. La educación nos capacita para conocer, como dijo ARNOLD, todas las mejores literaturas, todas las mejores artes, todas las mejores filosofías nacionales. La educación nos ordena conocerlas a todas, para que podamos prescindir de todas ellas.


En nuestra civilización casi todos saben leer. En la civilización sarracena casi todos sabían cabalgar. Algunas de las personas que más hablan sobre “cambio” y “progreso” son quienes realmente menos pueden imaginar alguna alteración en las (sus) actuales condiciones de vida*

GILBERT K. CHESTERTON, 2 de diciembre de 1905.


« DE TODO UN POCO », Pórtico, Buenos Aires, 2010. “Educar con cuentos de hadas”. p. 17.
Entre los historiadores es un punto de discusión el que, entre los diferentes campos en que se ha dividido la historia, haya una parte claramente definida y delimitada que puede llamarse “historia cultural”. La posición incierta de la historia cultural en el ámbito de los estudios históricos se refleja en el contraste entre el amplio reclamo planteado respecto a que toda la historia se ha convertido, o debiera convertirse, en historia cultural, y la negativa en reconocer la historia cultural como disciplina por derecho propio a causa de la falta de acuerdo sobre métodos generalmente aceptados, o aceptables, para dicha disciplina. El siguiente informe se podría haber titulado “el doble aspecto de la historia cultural”; una de las tesis de nuestro análisis será que muchos malentendidos y desacuerdos surgen del hecho de que el mismo nombre de “historia cultural” cubre dos propósitos e intereses diferentes, que aunque originariamente no son incompatibles no son incompatibles entre sí, tienden hacia direcciones opuestas. Estas dos direcciones históricas diferentes y divergentes no son idénticas al problema terminológico que con frecuencia ha confundido los análisis de este tema, con la distinción entre “cultura” y “civilización”.

A causa de la importancia atribuida por análisis previos a las diferentes connotaciones supuestamente implicadas en el uso de estos dos términos, se hace necesario un breve resumen de los resultados de investigaciones semánticas recientes. Ambas palabras, al menos en su sentido actual, abstracto, entraron en uso durante el siglo dieciocho. La diferencia entre sus significados no se distinguía muy claramente; hasta llegó a intercambiarse entre los siglos dieciocho y diecinueve. Mientras que originariamente, “cultura” recalcaba los aspectos material y tecnológico de la actividad humana, y “civilización” los logros en el campo artístico e intelectual, los papeles se invirtieron en el siglo diecinueve. Cultura se aplicaba principalmente a los progresos del hombre en pensamiento, arte y literatura; a las llamadas esferas “superiores” de la vida. Sin embargo, bajo la influencia del uso del término “cultura” por parte de la nueva ciencia de la antropología, a fines del siglo diecinueve el término comenzó nuevamente a abarcar aspectos materiales y tecnológicos como también intelectuales y artísticos de la actividad humana. Hay una cantidad de eruditos alemanes que han mantenido la distinción de “civilización” considerada como la espiritual, emocional e idealística, pero ni aún en Alemania se acepta esta distinción de modo general. La conclusión de los que han analizado el problema semántico, es que, en nuestro tiempo, “cultura” y “civilización” son casi sinónimos.
El hecho de que el concepto de “civilización” se originara en el siglo diecinueve ha dejado una profunda impresión en el origen y el carácter de la historia cultural. “La civilización nació en su momento adecuado”. La idea concuerda con el sentimiento del esclarecimiento de la humanidad había alcanzado un nuevo estado, un alto punto en su desarrollo. Aunque se distinguía el “hombre civilizado” del bárbaro y del salvaje, se esperaba confiadamente que toda la humanidad se elevase a ese glorioso nivel de civilización que había logrado parte de los europeos. Luego el concepto de civilización se basaba en la suposición de una humanidad unificada, de una concordancia de evolución material e intelectual, y de un progreso continuo. La civilización era un ideal supuestamente próximo a lograr. La tesis propuesta por los fundadores de la historia cultural, en el siglo diecinueve, VOLTAIRE y HERDER - aunque tanto difirieran en sus puntos de vista – era de que el proceso civilizatorio, y no batallas, guerras ni conflictos políticos, era el verdadero tema central de la historia. La experiencia práctica pronto reveló la debilidad de este esquema, claro pero sobre simplificado. La Revolución Francesa hizo que los hombres percibiesen la existencia de una cantidad de civilizaciones diferentes, y con la Revolución Francesa los hombres comprendieron que las civilizaciones podían morir. Como lo demuestran los sistemas de HEGEL y COMTE, la construcción de un proceso histórico mundial unificado se hizo cada vez más difícil y complicado. Pero lo historiadores culturales continuaban creyendo en un proceso civilizatorio, de cobertura total, que incluiría tanto el progreso material como intelectual, continuando la marcha desde el pasado, a través del presente hacia el futuro. JAKOB BURCKHARDT (JAK. BURCKHARDT, Kultur der Ren. In Italien. 1860, 12ª ed. de 1919, traducción inglesa, 1890) no compartía esa confianza. Aunque adoptó muchas de las ideas de sus predecesores, las usó con un nuevo propósito; esa es la importancia de su trabajo en la evolución de la historia cultural.

II

“La Civilización del Renacimiento en Italia” de JACOBO BURCKHARDT se publicó hace 100 años. Después de un siglo, es raro que un libro de erudición histórica suscite el interés no sólo del público lector en general, sino también del ámbito académico, como lo prueba el continuo análisis de los principales conceptos del libro. Lo que nos interesa aquí no es la naturaleza y validez de las ideas de BURCKHARDT sobre el Renacimiento, sin los conceptos fundamentales y los métodos particulares con que produjo esta obra. Debemos ubicar este libro, el más famoso de BURCKHARDT, dentro de la estructura general de toda su obra histórica. Aunque la Civilización del Renacimiento en Italia es el producto mejor terminado del trabajo de BURCKHARDT en el campo de la historia cultural, él fue el siempre, conscientemente, un tipo especial de historiador, “un historiador cultural”.

La importancia del compromiso de BURCKHARDT con la historia cultural ha quedado en cierto modo oculta por el modo deprecatorio con él mismo se refería a su trabajo; en su introducción a la Historia Cultural Griega, dice BURCKHARDT: “No somos científicos y no tenemos método”. Sin embargo, agrega inmediatamente: “Al menos no tenemos (los métodos) los de otros”. Esto indica que la negativa de toda intención de establecer pautas o formar “escuela”, surge un deseo de no verse envuelto en polémicas acerca de teorías históricas, y no de la convicción de que este enfoque de la historia fuese fortuito y careciese de bases teóricas que pudiesen ser justificadas y defendidas, BURCKHARDT encontró deficientes o incompletas los “métodos de los otros”. Blancos explícitos de sus críticas fueron los filósofos de la historia como HEGEL, que atribuyera propósitos racionales y racionalmente comprensibles a la historia universal. Aunque el interés de BURCKHARDT en los logros intelectuales del pasado, en la historia del pensamiento, filosofía, arte y erudición, parecen establecer cierta afinidad entre su interés por la historia y la de los constructores de grandes sistemas, él se oponía a su modo de concentrarse en aquellos rasgos de períodos anteriores que se continuaban en otros posteriores, y de considerar “todas las épocas del pasado como etapas preliminares de un acontecimiento posterior “superior”. El rechazo por parte de BURCKHARDT, de toda tentativa de construir la historia universal como un proceso teleológico lo ubica cerca de RANKE, que declaró que “cada época está igualmente cerca de Dios”. Sin embargo, BURCKHARDT difiere de RANKE y sus seguidores porque pensaba que la historia política sólo podía proporcionar una imagen unilateral e incompleta del pasado. BURCKARDT se refería en términos casi despectivos a los historiadores cuyo principal interés era la recolección y determinación de hechos, y se limitaban a la narración de acontecimientos. Como lo expresara en distintas ocasiones, además, de la historia de los Estados, existía otro campo inmensamente amplio, el de la historia cultural. El historiador cultural estudia la descripción de situaciones y condiciones generales (“zurtandsschilderung”), se concentrará en los elementos permanentes de una situación, y no en los factores accidentales, efímeros y cambiantes. Su objetivo debiera de ser la presentación de los rasgos característicos de un período pasado. Por tanto, estudiará las fuentes, no tanto desde el punto de vista de lo que realmente ocurriera, sino con respecto a lo que revelan sobre los modos de pensamiento de tiempos pretéritos tanto obras literarias como monumentos artísticos pueden ser de igual importancia que los documentos, crónicas y memorias que el historiador político usa casi exclusivamente. El historiador cultural enriquece el conocimiento de las potencialidades humanas describiendo las diferentes formas que asumiera el pensamiento y las realizaciones del hombre en distintos períodos históricos. El centro del trabajo del historiador cultural es el hombre.
La consideración del proceso que condujo a BURKHARDT a estas ideas puede ser útil para aclara su significado, importancia e implicancias. Se pueden distinguir dos niveles en su formación. Durante sus épocas de estudiante, en BERLIN, BURKHARDT comenzó a interesarse en una concepción de la historia que no era puramente política. Según notas que tomara en conferencias sobre historia griega, el famoso FILÓLOGO CLÁSICO BOECKH manifiesta que “la historia era la descripción de situaciones y condiciones generales (“Zustaende”); “la historia de las costumbres, religión, de la erudición y las ciencias, arte, política, el lenguaje” – todo debe de tenerse en cuenta. La faz material como también los aspectos intelectuales de la vida deben estar incluidos. Fue significativo lo que aprendió BURCKHARDT acerca de este enfoque de la historia en las conferencias sobre Grecia Clásica. La reconstrucción de la imagen del pasado por parte del clasicista necesitaba recurrir a cuantos indicios hubieran quedado, fuentes literarias, y “antigüedades”. Esta globalidad era especialmente de desear puesto que, según la apropiación de los filólogos clásicos del siglo XIX, los tiempos de la Grecia clásica fueron diferentes de todos los demás, la edad más perfecta que el hombre haya experimento jamás. Para BOECKH, la explicación de esta grandeza se encontraba en el carácter del pueblo griego; en sus disertaciones BOECKH presentaba ideas a propósito de un libro sobre “Heleno”, el hombre griego. Para BURCKHARDT estas ideas adquirieron un significado más profundo y una mayor aplicabilidad cuando, en años posteriores, los acontecimientos de su propia lo llenaron de pesimismo creciente. Esta fue la época del siglo XIX en que el término “cultura” comenzó a adquirir amplia popularidad. Mientras que el significado de ambos términos, “CULTURA” y “CIVILIZACIÓN” anteriormente incluían tanto los aspectos materiales de la vida como los logros artísticos e intelectuales, la palabra “cultura” pasó a usarse para designar particularmente las realizaciones humanos en pensamiento, arte y literatura: las actividades de la esfera “superior”. La cultura tomó una connotación evaluativa. Se ha demostrado recientemente que en Inglaterra, a fines del siglo XVIII, y durante la primera mitad del diecinueve, las palabras “industria”, “democracia”, “clase”, estimuladas por la transformación económica y social de la época, recibieron un significado más definido y técnico. Los planteos “concentrados en los significados de la palabra “cultura” son planteos suscitados directamente por los grandes cambios históricos, que los cambios en “industria”, “democracia”, y “clases”, representan a su modo, y a los que los cambios en “arte” constituyen una respuesta estrechamente relacionada. Una investigación más exhaustiva, que transpusiese los límites de la lengua inglesa, mostraría muy probablemente los mismos fenómenos en otros países europeos. A pesar del optimismo que inspiraron los adelantos de la industria, la ciencia y la terminología entre una gran mayoría de la gente del siglo diecinueve, había entre la elite intelectual una cantidad de hombres que temían que el progreso material no fuese garantía alguna de un progreso similar en la vida intelectual, espiritual y artística. Por el contrario, la difusión de la “civilización” entre clases más amplias y la preocupación cada vez mayor por el mejoramiento de las condiciones externas de la vida podría disminuir la calidad del trabajo en las esferas intelectuales y artísticas: el progreso de la civilización podía poner en peligro la vida cultural. COLERIDGE lo expresó con mucha claridad: “La civilización no es más que un bien misto, sino más bien una influencia corruptora, la alteración de la enfermedad, y no el florecimiento de la salud, y una nación que por ella se distinga puede llamarse más un pueblo con un barniz, no pulido, donde está civilización no se fundamenta en la cultivación, en el desarrollo armónico de aquellas cualidades y facultades que caracterizan nuestra humanidad”. ALEXIS DE TOCQUEVILLE se introdujo en el estudio sobre el carácter y naturaleza de la democracia contemporánea porque la preservación de la libertad espiritual del individuo en el mundo moderno se había convertido para él en problema arduo. BURCKHARDT compartía completa y profundamente esta inquietud sobre las posibles consecuencias de la industrialización y democracia modernas sobre la calidad de la producción artística e intelectual. Sus temores de una declinación en los niveles y de una barbarización gradual de la vida humana actuaron como estímulo en el pensamiento histórico de BURCKHARDT, amplió el método de descripción de la y condiciones generales de un período convirtiéndolo en un concepto general de historia cultural como una disciplina histórica necesaria.

La obra que expresa sus puntos de vista completamente desarrollados sobre la historia es Reflexiones sobre la Historia Universal. BURCKHARDT ve en la historia la obra de tres fuerzas (“Potenzen”):

Estado, religión y cultura. El carácter de un período, los acontecimientos y cambios de la historia están determinados por las variaciones en las relaciones de estos tres factores y por su interacción. La naturaleza de una de estas fuerzas, la cultura, es, sin embargo, esencialmente diferente que las otras. En tanto que el Estado y la religión son constantes, con miras a un orden estable, en el que dominan, organizan y controlan todos los aspectos de la vida, la cultura requiere la posibilidad de nuevas creaciones y espontaneidad: “Es el reino de lo variable, libre, no necesariamente universal, de todo lo que no pueda reclamar autoridad compulsiva”. Luego la cultura ejerce una influencia perpetua sobre el Estado y la religión, modificadora y des-integrante; es “el crítico de ambos, el reloj que dice la hora en que su forma y sustancia ya no coinciden más”. Cuando la cultura es incapaz de llenar esta función porque el Estado o la religión “la han coercionado para ponerla a su servicio, y la han incluido dentro de sus propósitos”, muere. Este era el peligro que, según temía BURCKHARDT, enfrentaba el mundo moderno.

De modo que el concepto de Cultura de BURKHARDT no era un término puramente descriptivo: la cultura es un valor, que debía ser mantenido y defendido. En consecuencia, BURKHARDT a presuponer la existencia de una cierta jerarquía en las actividades humanas; las de los campos de pensamiento, la literatura y el arte ocupan el más alto lugar. Por otra parte, BURCKHARDT nunca abandonó por completo, en teoría al menos, la idea de que la historia cultural deba dar una descripción de las condiciones generales de un período, incluyendo los aspectos materiales de la vida. En su Civilización del Renacimiento en Italia, dedica capítulos a la política y a la “sociedad y fiestas”; sin embargo, en realidad, los usó para ilustrar los principios que inspiraron la vida artística e intelectual. Su objetivo predominante fue, como lo escribiera en varias ocasiones, conectar la historia de la civilización con la del arte. Su historia cultural siempre apuntó hacia el arte como la más alta de todas las actividades creativas del hombre. BURCKHARDT comprendía que esta concepción de la historia cultural la limitaba al estudio de aquellas épocas y pueblos que produjeron grandes obras en pensamiento, literatura y arte. Recalcó la necesidad de establecer diferencias entre naciones, de acuerdo al valor de su contribución en estos campos. Sólo las de la cultura superior (“wirkliche Kulturstater”) merecían la atención del historiador cultural.

El énfasis en el arte, pensamiento y literatura como los aspectos “superiores” de la vida proporcionaron la posibilidad de una mayor coherencia en la descripción de una época cultural. Muchos historiadores habían intentado amplios relevamientos de las tendencias sociales e intelectuales de un período, como, por ejemplo, para citar algunos de los contemporáneos de BURKHARDT, MACAULEY y TAINE. Pero usando el concepto de cultura de BURCKARDT, los diferentes fenómenos se podían subordinar a unas cuantas ideas cruciales que dominaban los campos interrelacionados del arte, literatura y pensamiento. Un período poseía unidad interna; al mismo tiempo, la periodización así establecida era de carácter europeo porque el arte, la literatura y el pensamiento se alimentaban de una tradición que sobrepasa en mucho las peculiaridades locales y nacionales. Luego, se hizo también posible una distinción más sutil entre aquellos rasgos que pertenecían al espíritu general de una época y aquellos que eran peculiaridades individuales de un país o una región. Es significativo que la obra maestra de BURCKHARDT lleva el título de La Civilización del Renacimiento en Italia. No fue su propósito hacer una descripción de un fenómeno especialmente italiano; se concentró en ITALIA porque allí se originaron los rasgos característicos de una época europea general.

Como el concepto de BURCKHARDT rompió la imagen de un proceso civilizatorio progresivo y constante, en la de épocas culturales aisladas, la tarea del historiador fue la de estudiar cada uno de estos períodos como unidades individuales. Este procedimiento se mantuvo como selectivo, sin embargo, restringido a períodos de valor cultural porque la obra histórica estaba subordinada al objetivo de preservar y defender pautas culturales. “La historia cultural hace resaltar los hechos que pueden entrar en verdadera conexión interior con la mente, que pueden despertar verdadera simpatía, ya sea por afinidad con la mente, o por divergencias”. La disciplina de la historia cultural, tratada de este modo, servirá directamente para enriquecer” a la persona educada. Esto indica que aunque BURCKHARDT considerase falaz la suposición de una civilización unificada, constantemente progresiva, él sostenía el concepto de la cultura “per se”, por sobre la idea de una variedad de diferentes épocas culturales, como norma absoluta, con las mismas pautas y valores en todos tiempos y lugares. Esto se originaba con mayor precisión en la sentencia de CICERÓN, de que “El momento en que nuestra cultura ya no vea la belleza en las grandes imágines de los dioses griegos, será el comienzo del barbarismo”.

La suposición de la existencia de una norma cultural absoluta hace que las descripciones y definiciones de BURCKHART de las ideas dominantes de una época cultural individual sean más bien deductivas que inductivas. Los famosos conceptos básicos de la Civilización del Renacimiento en Italia de BURCKHARDT así lo demuestran. Las ideas del mundo clásico son un elemento tan integral de toda cultura que pueden renacer en todos los tiempos; el individualismo es una presuposición de la actividad cultural hasta el punto que debía emerger como concepto fundamental del período en que la cultura moderna recibió sus moldes.

BURCKHARDT se interesaba especialmente en los períodos de transición, en tiempos en que finalizaba una época cultural o en los comienzos de una nueva. Analizó la decadencia y caída del Imperio Romano en la “Edad de CONSTANTINO”; consideró la civilización del Renacimiento como el origen de la cultura moderna. Dentro de la estructura general del concepto BURCKHARDT de la historia cultural, su preocupación por las épocas de crisis era natural, casi necesaria. Como los períodos culturales se diferenciaban por los conceptos e ideas que los dominaban y formaban, sus características sobresaldrían con mayor claridad y notoriedad cuando debían imponer su conjunto de valores sobre otro esquema de orden, o debían luchar con un patrón de vida diferente. Más aún, en tales períodos, la cultura ejercería la influencia que BURCKHARDT consideraba como su contribución particular a la historia: podía actuar como fuerza modificadora y des-integrante.

Es excesiva la modestia de BURCKHARDT cuando afirma que no tenía método. Hemos demostrado que, por detrás de sus esfuerzos en el campo de la historia cultural, aparece una consideración sistemática de todos los puntos implicados, y hemos tratado de recalcar lo novedoso y original de su enfoque. Pero no había roto todas las conexiones con otros enfoques para el trabajo en el campo de la historia de la civilización. No aceptaba la idea de un progreso constante de civilización para toda la humanidad y sus diferentes actividades, pero sostenía la creencia en la unidad de cultura, que para él era cultura europea. Aunque hacía hincapié en el papel de las actividades “superiores” del hombre, del trabajo en literatura, arte y pensamiento, no se inclinaba a excluir por completo el lado material de la vida de la historia cultural. El mismo comprendía que su concepto de la historia cultural tenía aún un carácter en cierto modo transicional, que tendría que aclararse y modificarse con trabajo ulterior sobre este tema: “EL INTERÉS EN HISTORIA SE HA TORNADO, EN GRAN MEDIDA, SUBORDINADO A LOS MOVIMINTOS GENERALES DE LA MENTALIDAD OCCIDENTAL, A LA DIRECCIÓN GENERAL DE LA EDUCACIÓN; YA LOS ANTIGUOS MÉTODOS Y DIVISIONES NO SON SUFICIENTES, NI EN LOS LIBROS NI EN LAS AULAS. DE MODO QUE NOS PODEMOS MOVER CON MUCHA LIBERTAD. AFORTUNADAMENTE NO SÓLO EL CONCEPTO DE HISTORIA CULTURAL ESTÁ EN FLUJO, SINO TAMBIÉN LA PRÁCTICA ACADÉMICA (Y MUCHAS OTRAS COSAS”.
 
*LA HISTORIA CULTURAL y SUS PROBLEMAS. (CULTURAL HISTORY and ITS PROBLEMS), por FELIX GILBERT. *

XIº CONGRÉS INTERNACIONAL des SCIENCES HISTORIQUES.
RAPPORTS I UPPSALA, SUECIA, 1960 (1960-2010 : CINCUENTARIO).
Traductor: Lic. Gabriel S. P. Pautasso
 
*NOTAS y SITUACIÓN por el Editor*
 
JAKOB BURCKHARDT, nacido en 1818, igual a KARL MARX, en Basilea, fue primero teólogo durante poco tiempo, pues se dedicó a los estudios históricos, especialmente de historia del arte, a excepción de un corte profesorado en el Polytechnikum federal de Zurich (1855-1858), de 1845 a 1893 profesor en la Universidad de Basilea de historia e historia del arte (esta última cátedra la obtuvo solamente después de 1886), murió en 1897 en Basilea. Pertenece a nuestra nota sobre todo por sus por sus dos obras: Die Zeit Constantins des Grossen, 1853 y Die Cultur der Renaissance in Italien 1860 (150 años), únicamente las dos primeras ediciones pueden ser miradas como auténticas; después de la 3ª; el libro fue corregido por L. GEIGER). Luego de su muerte J. OERI publicó, en gran parte de acuerdo con los cuadernos de curso, Griechiste Kulturgeschichete (1898 a 1902) y Weltgeschchtliche Betrachtungen (1905, el título se debe al editor; BURCKHARDT había llamado a ese curso Über Studium der Geschchte). Entre sus trabajos sobre historia del arte señalaremos Geschchte der Renaissance in Italien 1898.

El carácter más importante de la Historia es su continuidad, a la que llama tradición y que constituye el factor esencial de la cultura. La continuidad no es progreso, pues no es seguro que la humanidad marche siempre hacia delante en su perfeccionamiento. De ningún modo puede identificarse, como hace el idealismo hegeliano, la cultura con el Estado ni con el progreso de éste con la felicidad del hombre, pues, al contrario, el aumento del vigor estatal provoca el nacimiento de dinastías o de tiranos o democracias cuyo fin no es otra cosa que mantenerse en el PODER. Pero la continuidad es tan vital a las sociedades que, cuando se ve interrumpida por una crisis demasiado radical, termina una época histórica y comienza otra diferente.

Es tradición – etimológicamente: conducir a través de – porque no consiste en un mero moverse hacia delante, sino que es imprescindible que los hombres acepten el pasado para hacerlo fructificar. Tal es el contenido, la razón de existencia del conocimiento histórico, cuya misión es proporcionar al hombre conciencia histórica. Pero la tradición puede ser rechazada; sólo los primitivos, por insuficiencia, y los excesivamente civilizados, por barbarie, lo hacen, renuncia así la única prueba que existe de la importancia de la duración del hombre. Pero la existencia del dilema, aceptar o rechazar, demuestra la libertad suprema que reina en la Historia.

BURCKHARDT partía del supuesto de que, en el acontecer histórico, juegan tres factores que mutuamente se amenazan: el Estado, la Religión y la Cultura. El Estado – sistematización de la violencia en fuerza – y la Religión, tratan de reprimir en el hombre lo individual, que es vida y creación sin sujetarse a sistema. “LLAMAMOS CULTURA A TODA SUMA DE EVOLUCIONES DEL ESPÍRITU QUE SE PRODUCEN ESPONTÁNEAMENTE Y SIN LA PRETENSIÓN DE TENER UNA VIGENCIA UNIVERSAL Y COACTIVA”. El individuo crea de un modo continuo. Estado y Religión tratan de reprimir esta creación demasiado anárquica y convierten las ideas en universales y obligatorias, imponiendo coacción material o moral para lograr sometiendo. Hay por ello un permanente conflicto entre los tres factores que se imponen surge una crisis. La cultura occidental se acerca rápidamente a una crisis muy grave porque el individuo pierde terreno ante el Estado, que crece desmesuradamente.

Esta idea, que reaparece en NIETZSCHE con algunas variantes no esenciales, merece ser explicada porque constituye la aportación más decisiva de BURCKHARDT al conocimiento de nuestro tiempo. La tradición, decía, precisa ser constantemente defendida contra el deseo revolucionario de interrumpirla. Desde 1789 Europa vive en una revolución casi permanente; las restauraciones de 1815 a 1848 no constituían más que una tregua en este agudo conflicto que alcanzará su paroxismo en el futuro. La guerra franco-prusiana de 1870 le parecía un síntoma muy claro de que la cultura en Occidente se acercaba a su hora de prueba. DEFENDÍA la tradición frente a los reformadores de su tiempo porque estaba convencido de que en ella estaba la base del orden y sin éste – recordar el “INJUSTICIA ANTES QUE DESORDEN” de GOETHE – no puede existir la libertad. Si una democracia radical igualatoria llegará a imponerse, no saldrían de ella más que, al principio, la mediocridad y, después, un despotismo de peor especie que cuanto se ha conocido.
 
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DESDE EL BUNKER, SOPLA EL PAMPERO, POR HISPANOAMÉRICA y ARGENTINA por SIEMPRE JAMÁS. gspp. *