domingo, agosto 26, 2012

Tocqueville, el antiguo régimen y la revolución


Alexis Henri Charles De Clérel, vizconde de Tocqueville (1805-1859), fue un jurista, político e historiador francés. Su obra es una referencia obligada para entender fenómenos como el Antiguo Régimen en Francia y la democracia en Estados Unidos de América.

“Un pueblo antiguo, el primero y legítimo dueño del continente americano, se deshace día a día como la nieve bajo los rayos del sol, y, a la vista de todos, desaparece de la faz de la tierra. En sus propias tierras, y usurpando su lugar, otra raza se desarrolla con rapidez aún mayor; arrasa los bosques y seca los pantanos; lagos grandes como mares y ríos inmensos se oponen vanamente a su marcha a su marcha triunfal. Bosques arrasados, desiertos que se convierten en ciudades, pueblos aborígenes perseguidos; en América nada será igual después de la llegada del hombre blanco”.


Decir TOCQUEVILLE es decir La Democracia en América; y hablar de El Antiguo Régimen y la Revolución, es hablar de un ilustre autor desconocido: TOCQUEVILLE.
ALEXIS DE TOCQUEVILLE hizo un viaje a los Estados Unidos a los veinticinco años de edad, después de la Restauración (1815). El fruto de este viaje, La Democracia en América, ha hecho de TOCQUEVILLE un clásico; pero el autor y su obra son casi sinónimos.
En su madurez intelectual relegado a la vida privada durante el Segundo Imperio francés, escribió después de minuciosas investigaciones históricas y políticas su obra cumbre: El Antiguo Régimen y la Revolución. Y si el libro de su juventud es archiconocido, aunque mucho menos lo citan sin leerlo, el magnífico libro de su madurez, es casi desconocido, poco menos que inédito. CARLOS PEREYRA, el gran escritor e historiador mexicano, hace de él, un breve pero interesante comentario en “Quimeras y Verdades de la Historia”, Aguilar, Madrid, 1945, dándole por título precisamente: Tocqueville inédito.

ALEXIS DE TOCQUEVILLE intentó con acierto reconstruir la sociedad de su patria tal como era antes de 1789, utilizando para ello no solamente los libros escritos en el siglo XVIII, sino los documentos públicos, las actas de los Estados Generales y más tarde de las asambleas provinciales y sobre todo hizo mucho uso de los cuadernos de peticiones redactados por los tres órdenes en 1789.
TOCQUEVILLE llega a conclusiones notables: el odio a las antiguas instituciones monárquicas y tradicionales que suponía despóticas, acompañado de un ferviente amor a la igualdad y a la libertad que provoca la revolución, degenera bien pronto en un servilismo más absoluto que aquel que se pretende destruir. La revolución engendra un poder tal que convierte a las libertades conquistadas en sombras vanas. Nada queda en pie de las libertades de la revolución, muchas de las cuales eran del antiguo régimen. La sinceridad de TOCQUEVILLE hace que elogie lo bueno de la sociedad antigua, a medida que van desfilando antes sus ojos los viejos papeles y documentos. Admira las virtudes varoniles, que después de la revolución los franceses casi se han perdido; admira el verdadero espíritu de independencia, el amor a las grandes empresas, la fe en sí mismo y en una causa. Concentra también la luz sobre los vicios que posibilitaron la revolución y que continúan amenazando la nueva sociedad.

TOCQUEVILLE descubre que sus compatriotas van arrastrados por una fuerza desconocida de la aristocracia, cuya acción sea posible regular pero no vencer, que los precipita en la destrucción de la aristocracia, y esas sociedades que han destruido sus aristocracias serán las que con que más dificultad se librarán de un gobierno despótico que favorecerá como ninguno otros los vicios, porque los vínculos de casta, de corporación, de familia. Con un gobierno semejante, sólo piensa en sí mismo, y en retraerse en un individualismo estrecho que mata todas las virtudes públicas. El dinero es el principal signo para dividir a los ciudadanos y la pasión por enriquecerse y el logro de los goces materiales se convierten en virtudes ciudadanas.
En las sociedades democráticas puede haber virtudes privadas; habrá hasta buenos cristianos; pero – afirma TOCQUEVILLE – en sociedades semejantes no se verán jamás grandes ciudadanos, ni sobre todo, un gran pueblo. El nivel común de los corazones y de los espíritus no cesará de descender, mientras convivan el despotismo y la igualdad.
Al producirse el desmembramiento del Imperio Romano por la invasión de los bárbaros, la sociedad se fraccionó y las comunidades vivieron aisladas. A pesar de ello las leyes que las regían y que surgieron de los escombros y de las ruinas del Imperio, eran leyes UNIFORMES. Toda Europa occidental – y aún Polonia – se regía por leyes animadas de un mismo espíritu, pudiéndose afirmar que en el siglo XIV, todas las instituciones europeas eran similares. Esta situación era muy distinta en el siglo XVIII. Señales de decadencia se percibían en la Europa oriental, y en la parte occidental, síntomas de vejez y decrepitud.
La revolución que venía a destruir lo que quedaba de las instituciones de la Edad Media, NO ESTALLÓ SEGÚN ADVIERTE TOCQUEVILLE, donde todavía aquélla se hacían con rigor, sino en Francia, donde el “yugo” había en gran parte desaparecido. Era insoportable allí donde en realidad era menos pesado. En Alemania a fines del siglo no estaba completamente abolida la servidumbre y el pueblo permaneció adscrito a la gleba; pero en Normandía no se encuentran de la servidumbre desde el siglo XIII. En Francia además se había verificado una verdadera revolución: El villano no solamente había dejado de ser siervo, sino que había llegado a ser propietario territorial, encontrándose la tierra dividida hasta el infinito. Como se ve, ¡una verdadera reforma agraria en plena Edad Media!
No es verdad pues que la división de la tierra fuera una obra de la Revolución Francesa, nos dice TOCQUEVILLE. Ésta lo único que hizo fue vender las propiedades de la nobleza y del clero, pero no aumentó la cantidad de propietarios, pues quienes compraron ya lo eran desde el antiguo régimen. La revolución liberó por un aumento el suelo de las trabas que soportaba el campesino. Servidumbre que creía insoportable, pero que debería haber contribuido en su ánimo a tolerarla. Hay que recordar que el rasgo característico de la vieja sociedad feudal era la posesión de la tierra y el gobierno de sus habitantes. Esto en Francia había desaparecido, no así en Inglaterra o Alemania. ¡PERO LA REVOLUCIÓN OCURRIÓ EN FRANCIA!
Explica muy bien TOCQUEVILLE esta paradoja: En realidad hacía mucho tiempo
Que los nobles franceses habían limitado su intervención en la administración, a la administración de justicia. De los derechos particulares de la nobleza la parte política había desaparecida; solamente quedaba la parte económica-pecuniaria, que en algunos casos se había acrecentado. La nobleza y el clero gozaban de privilegios que para un siervo eran cosa natural; pero no cuando este se había emancipado y además era propietario.
La Nobleza va perdiendo a través de los siglos el espíritu de la CABALLERÍA, pierde también el poder; poco a poco es desplazada por la Burguesía, aunque conserva los antiguos gozaban de privilegios. Desde el momento que deja de cumplir una función de protección y asistencia, tan necesarios en la Edad Media, sus privilegios fueron considerados irritantes por sus antiguos siervos; ello contribuyó al estallido de la Revolución.

SUS PALABRAS
“Esto me indujo a creer que las naciones cristianas tal vez acabarían por sufrir una opresión semejante a la que en otro tiempo pesó sobre numerosos pueblos de la Antigüedad…”. “Un examen más detallado del asunto y cinco años de meditaciones no han disminuido mis temores…”.

“Con todo, no dejaron de filtrar sus ideas y sus convicciones, muchas veces en flagrante oposición con las ideologías liberales y comunistas del “dios mortal”. Es el caso de Scheler, Jaspers, Aldous Huxley, Whitehead, Ortega y Gasset, Unamuno, Benedetto Croce, Huizinga, Keysserling, Max Weber, Bergson, Jung, Spranger, Heisenberg, Cassirer, TOCQUEVILLE, Henri de Man, etc. Otros, en cambio, al percibir o intuir el avasallamiento de sus conciencia por parte de los “episkopoi” y los “Staahalter” de los gobiernos del demos, siguieron su camino, afirmando sus ideas y convicciones, a pesar de las “tierras de nadie” con las que fueron rodeados (no los deje escapar, decían): algunos ejemplos: Spengler, Belloc, Pitirim A. Sorokin, R. Guardini, N. Berdiaeff, Alexis Carrel y tantos otros”.

“Había comprendido durante mi estancia en los Estados Unidos que un estado social democrático semejante al de los americanos podía ofrecer singulares facilidades para el establecimiento del DESPOTISMO…”.

“Los dos primeros (SANTAYANA y GENTILE) apenas figuran en algunas historias de la filosofía. Las pocas líneas que se refieren a ellos contienen también algunas indirectas insinuaciones despreciativas. En cuanto a C. E. M. Joad, simplemente no figura. Los “strategoi autokrator” y los “episkopos”lo borraron. No existió”.

“Eurípides había hallado que eran “cuerpos vacíos de juicio”, transformados en “adornos del ágora”. Ver: Alexis de Tocqueville, La democraciaa en América, Alianza editorial, Madrid, 1980, Tomo II, pág. 267.

“Mientras la revolución democrática se hallaba en plena efervescencia, los hombres, ocupados en destruir los antiguos poderes aristocráticos que querían impedirla, mostraban un gran espíritu de independencia; pero a medida que la victoria de la igualdad se hacía más completa, se abandonaban poco a poco a las inclinaciones propias de esa misma igualdad, y se reforzaban y centralizaban el poder social. Quisieron ser libres para poder ser iguales, y a medida que la igualdad se iba estableciendo con la ayuda de la libertad, la libertad se les hacía más difícil”.

“Jamás existió en los siglos pasados soberano tan absoluto y poderoso – escribió TOCQUEVILLE hace unos 140 años, impresionado por la democracia estadounidense – que emprendiera la tarea de administrar por sí solo, sin ayuda de otros poderes secundarios, el entero dominio de un imperio; no hubo ninguno que haya intentado someter indistintamente a todos sus súbditos hasta en los detalles a una regla uniforme, llegando hasta cada uno para regirlo y para guiarlo. La idea de tamaña empresa jamás se había presentado a la mente humana; y si algún hombre hubiera llegado a concebirla, pronto le habrían impedido la ejecución da tan vasto designio la insuficiencia del saber, la imperfección de los procedimientos administrativos y, sobre todo, los obstáculos naturales que suscita la igualdad de las condiciones”.

“Creo que si el despotismo se estableciera en las naciones democráticas contemporáneas… degradaría a los hombres sin atormentarlos”.

*“Su vanidad no sólo es ávida, sino inquieta y envidiosa. Nunca da nada, pero no deja de pedir. Es a la vez mendicante y porfiada”.

• “En nuestros días, (TOCQUEVILLE escribió el libro en el año 1840…), un ciudadano oprimido no tiene más que un medio de defensa: dirigirse a la nación entera, y si ésta no le escucha, al género humano. Y no hay sino un medio para hacerlo, que es la prensa.
• “Las masas añoran el retorno al primitivismo, y los strategoi autokrator o los “grupitos de personas” (como les llama TOCQUEVILLE) se encargan de fomentarlas la idea de que en un pasado remoto el hombre descendía de los monos, y éstos de otros primates y que hace millones de años había una igualdad absoluta entre todos los animales, ya no existía inteligencia, y como tal, tampoco había diferencia o desigualdad alguna, ya que todos eran iguales, sin jerarquía, sin preeminencias, ni prestigios, ni prerrogativas o autoridad…
• “En las últimas dos décadas los strategoi autokrator científicos y de la mass media pertenecientes de Leviathan difunden la ciencia popularizada, y para que la nueva ética juntamente con la nueva cosmovisión penetra con mayor facilidad, la presenta con una aureola poética, y los locutores o periodistas son escogidos de entre los más “atractivos”, con el objeto de conquistar las masas de los jóvenes, que se identifican fácilmente con aquellos.
• “En situación de turba irracional el ser humano se integra y se derrite en la masa informe, amorfa y sumergida en total inconsciencia. Los únicos que piensan y deciden son los pocos. Son los “grupitos de personas, que son los únicos que hablan en nombre de la masa ausente o distraída; sólo ellos actúan en medio de la inmovilidad…”, como dice TOCQUEVILLE.
• “En los siglos igualitarios cada individuo está naturalmente aislado…La igualdad aisla y debilita a los hombres… La igualdad priva a todo individuo del apoyo de sus allegados…”
• “Por muchos esfuerzos que haga un pueblo, no conseguirá que las condiciones sociales sean perfectamente iguales en su seno; y, si por desgracia llegará a esa nivelación absoluta y total, aún subsistirá la desigualdad de la inteligencias, que por venir directamente de Dios, escaparía siempre a sus leyes”.
• “Es interesante la idea de TOCQUEVILLE: “Otra inclinación muy natural de los pueblos democráticos, y muy peligrosa, es la que les induce a despreciar los derechos individuales y no tenerlos casi en cuenta” (ALEXIS TOCQUEVILLE), “La democracia en América”, Tomo II, Alianza, Madrid, pág. 273. En otro lugar (pág. 274), el mismo autor escribe: “…en estos tiempos democráticos en que vivimos… no hay ciudadano, por oscuro que sea, al que no le resulte peligroso oprimir, ni derechos individuales tan insignificantes que puedan ser entregados impunemente a la arbitrariedad…”.
• Cabe señalar algo extraño: cuanto más se recalcan los derechos del hombre y los derechos humanos, tanto más se descuidan y atropellan los derechos del individuo…Esta realidad no es nada nueva. La observaron y subrayaron anteriormente BENJAMÍN CONSTANT y ALEXIS DE TOCQUEVILLE hace más de ciento cincuenta años. Los derechos individuales… son, de ordinario, poco importantes, muy recientes y muy fáciles de dañar; esto hace que frecuentemente se les sacrifique con facilidad y que se les viole casi siempre sin remordimiento”.
• Mucha razón tiene TOCQUEVILLE cuando afirma: “Los pueblos democráticos que han introducido la libertad en la política, acrecentando al mismo tiempo el despotismo en la esfera administrativa, han sido llevados a muy extrañas singularidades. Si hay que dirigir pequeños asuntos para los que basta el buen sentido, estimaban que los ciudadanos son incapaces de ello; si se trata del gobierno de todo el Estado confían a esos mismos ciudadanos inmensas prerrogativas, alternativamente son los juguetes del soberano y sus señores, más que reyes y menos que hombres”.
• El mismo TOCQUEVILLE hace resaltar la incongruencia que existe entre la idea de libertad y la de igualdad: “De este modo cada día se hace menos útil y más raro el uso del libre albedrío; el poder circunscribe así la acción de las voluntad a un espacio cada vez menor, y arrebata poco a poco a cada ciudadano su propio uso. La igualdad ha preparado a los hombres para todas estas cosas: para sufrirlas y con frecuencia hasta para mirarlas como un beneficio”.
• El “código del sistema democrático” es explicado con habilidad: se trata de los “medios de modernos de comunicación” o los medios masivos de comunicación, o (mucho más simple) la mass media. Por ahí, afirma el autor K. M. existen personas que tienen “intereses” especiales que desprecian la idea de “soberanía” del pueblo. Estas personas “no se preocupan de la representan deficiente y aún de la pura y aún de la pura falsedad o mistificación, buscando sin escrúpulos hacer que la peor razón aparezca como la mejor…”. En otras palabras, el sociólogo KARL MANNEHEIN (Diagnóstico de nuestro tiempo, F.C.E. México, 4º edición en español, p. 42), descubrió que el “código” del sistema democrático (la mass media) podría ser utilizado, peligrosamente, por los modernos secuaces de los grandes enemigos de la democracia (Sócrates, Platón, Aristóteles, Jenofonte e inclusive el temeroso Isócrates) a fin de combatir la democracia. La MASS MEDIA , o el código del sistema democrático”, tiene como fin supremo y la “obligación” de estar al servicio exclusive de “todos los bandos” (partidos políticos) del demos, pero – simultáneamente – debe vigilar que el “código” del sistema democrático no sirva a los enemigos de la retórica (trasmitida y difundida por medio de la mass media). La democracia, que vive gracias a la organización de opiniones opuestas (los sofistas), tiene la obligación de mantener abiertos a todos los bandos (partidos) los poderosos y cada vez más concentrados medios de comunicación social masiva: la radio, el cine, la televisión, la prensa, toda forma de literatura”.
• STAN M. POPESCU, “Autopsia de la democracia. Un estudio de la Anti-religión”, Editorial Euthymia, Buenos Aires, 1984.
• ALEXIS DE TOCQUEVILLE, “Quince días en el desierto americano”, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007.


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
Diario Pampero Cordubensis nº 223

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