miércoles, febrero 25, 2009

YAPEYÚ, pesebre de la Patria

Aún a riesgo que este título pueda ser considerado herético, considero que esta analogía es pertinente. Porque Nuestro Señor Jesucristo vino a redimirnos y a salvar nuestras almas y el Gral. San Martín a liberarnos del imperio que nos colonizaba y por ende impedía nuestra independencia.

José Francisco de San Martín y Matorras, nació en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, República Argentina, el 25 de febrero de 1778.
De pequeño sus padres con él y sus hermanos se trasladan a España donde el futuro Libertador abrazó la carrera de las armas, sirviendo a esa monarquía de manera destacada y alcanzando el grado de teniente coronel con el que retorna a su patria, nuestro país.
Su participación en las luchas independentistas son muy conocidas pero es justo puntualizar algunas acciones que sirven para conocer a nuestro prócer máximo en la profundidad y generosidad de su entrega.
En el plano militar es un estratega de fuste que enfrentaba las batallas como una partida de ajedrez (Incluso este juego era la única licencia que se permitía en la víspera de un combate). No le faltó coraje e inteligencia para diseñar su campaña que fue prácticamente invicta, salvo el traspié de la sorpresa de “Cancha Rayada”. Fue un formador de guerreros, la mayoría de quienes se destacaron en la vida militar de esos difíciles años del siglo XIX, habían sido sus discípulos. Para ejemplificar recordaré nombres al azar de mi memoria, conociendo de antemano que cometeré involuntarias omisiones, fueron ellos: Dorrego, Lavalle, Lamadrid, Quiroga, Pringles, Miller, Guido, Olavarría, Necochea, Paz, Aldao, Fray Luis Beltrán, O´Higgins, Zelada, Espejo, Las Heras, Álvarez de Arenales, Olazábal, Álvarez Condarco, Alvarado, Suárez, Bustos y muchos más.
Los valores morales que detentaba desde una ética superlativa que aplicaba 24/02/2009en todos los ordenes de su existir, no sólo en el plano militar. El respeto que cosechaba entre sus subordinados, precisamente porque su accionar era un diáfano ejemplo. Su desinterés en los cargos y dineros públicos.
No se involucró en las luchas civiles que asolaron nuestro país en la primera mitad del siglo XIX. Sólo fijó posiciones cuando los adversarios de Rosas no trepidaron en aliarse con potencias extranjeras para alcanzar sus mezquinos intereses personales y de facción. Allí ofreció su espada (su famoso “sable corvo”) al servicio de la Patria, arma que finalmente legó en su testamento a Juan Manuel de Rosas en reconocimiento a la defensa de la Patria que éste sostenía y que alcanzó su plano más elevado en el Combate de la Vuelta de Obligado en 1845.
Pero en realidad el objetivo de esta nota no es la mera recordación de efeméride tan importante ni conmemorar hechos históricos, que al menos los mayores de edad tenemos grabados a fuego. Por el contrario este opúsculo pretendo que sirva de advertencia y llamado de atención por todos los aviesos ataques que últimamente ha sufrido su prestigio.
Desde las trilladas acusaciones de pertenecer a la masonería por integrar la logia “Lautaro”, cuando fue proverbial en la historia militar de nuestro país que la oficialidad se agrupara usando la metodología de logias por cuestiones estratégicas, políticas o meramente amicales. Perón también integró una logia (el GOU) y nadie se atrevería a tildarlo de masón.
San Martín en todo momento hizo profesión de su fe católica: entronizó a la Virgen del Carmen como patrona del ejército de los Andes. (En un momento de la historia en que el enfrentamiento entre la masonería y la Iglesia había alcanzado los picos de enfrentamientos más feroces). Incluso como argumento algunos desavisados arguyen que por esa razón, en la catedral metropolitana, el féretro del Libertador se encuentra ubicado en una nave lateral, dicen “…por su condición de masón…” absurdo razonamiento, salvo que pretendan que sea instalado en el Altar Mayor!
En épocas más reciente un siniestro abogado tucumano lanzó la tesis de su origen racial espurio afirmando muy suelto de cuerpo que San Martín era hijo bastardo de Diego de Alvear (padre de Carlos María) y de una indígena, al que Juan de San Martín y Gregoria Matorras habían criado de favor. La trama no culminaba allí, también lo trataba de opiómano ya que por su dolencia gástrica San Martín se medicaba con láudano, un medicamento compuesto con opio que le procuraba un alivio en su dolorosa enfermedad. No olvidemos que tramos de la cordillera los cruza recostado en una “zanda” (improvisada camilla). Resalta su amoríos en Perú y otros chismes de baja estofa, protegido por la condición de historia “novelada” (vil subterfugio para cubrirse de problemas legales y de falsedades documentales) que le atribuye al libelo infamante que ha dado en titular “Don José”.
Como reaccionaban gran parte de los argentinos ante tamaño agravio a la figura más emblemática de nuestro pasado: compraban el libro de manera compulsiva, agotando ediciones y procurándole pingües beneficios al mercader de marras. Se agolpaban en las salas, para aplaudirlo la tilinguería intelectualoide y algunos pocos para abuchearlo. Tuvimos que esperar que Fidel Castro (que no es santo de mi devoción) nos reivindicara, indirectamente, no permitiéndole desembarcar en Cuba y tildándolo de agente de la CIA “El que a hierro mata a hierro muere”).
Luego un gran historiador riojano, quizás en una actitud senil solicita que se realice un examen de ADN en los restos del prócer para comprobar que tenía sangre indígena que presuntamente sus rasgos faciales denunciaban. Tremenda sandez porque a San Martín lo veneramos por lo que hizo en vida más allá si por sus venas corría sangre indígena, semita, aria o eslava.
Por si fuera poco algunos sectores “progres” pretenden desalojarlo de la catedral e inhumarlo en el cementerio de la Recoleta con el argumento que sus restos pertenecen al pueblo y no a la iglesia, sin advertir que el santuario donde esta situado es el más importante de nuestro país por su significación no meramente religiosa sino por ser el templo más representativo de nuestra mayoritaria fe católica y el recinto en donde se realizan las principales ceremonias oficiales en las fechas patrias.
Al momento de escribir estas líneas se difunde una nueva medida surrealista del gobierno nacional quien no aportaría hombres del regimiento de Granaderos a Caballo en el tradicional acto que se verifica anualmente en Yapeyú, por la participación, en el mismo, del Vicepresidente Cobos. Quienes diseñan estas escabrosas tácticas comiciales, se darán cuenta? que comparados con el Gran San Martín, todos ellos, son minúsculos fantoches de un espeluznante sainete de extraviada trama.
Como reflexión más aguda nos cabe preguntarnos porqué atacan al único prócer indiscutido que poseemos en el panteón de nuestra historia. Fácil, es un elemento catalizador que puede despertarnos de nuestro sopor aplicando su ejemplo. Su figura es el último dique de contención que sostiene nuestra identidad nacional, destruir ese parapeto sería arrasar con los últimos resabios de amor a nuestra Patria y ofrendarnos inermes a la múltiple penetración que nos tienen reservadas, además de las ya instaladas.
A modo de despedida quisiera difundir una de las máximas más hermosa y profunda del gran Capitán:
“Cuando la Patria está en peligro, todo es lícito menos dejarla perecer”

Prof. Lic. Carlos Pachá
Presidente
Fundación Historia y Patria


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordunbensis
Córdoba de la Nueva Andalucía, 25 de febrero de 2009. Aniversario del natalicio de Gral JSÉ DE SAN MARTÍN.
¡VIVA LA PATRIA!

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