sábado, enero 10, 2009

Argentina bolchevique


Los que hablan del comunismo en la Argentina pueden dividirse en tres categorías:
1) los que estiman que el bolchevismo es una cuestión económico-social, que podría remediarse con una especie de plan Marshall para Latinoamérica;
2) los que creen que explicando y refutando la ideología de Marx-Lenin a la luz de las veinticuatro tesis tomistas de Hugon, se preparan las bases de un futuro estado cristiano;
3) los que estiman que no hay posibilidad de vencer el avance del bolchevismo, si no se crea un nuevo Estado, tirando por la borda el régimen cristiano-liberal, que han conducido Frondizi - Kirchner.

A su vez los que trabajan por la instauración de un estado bolchevique a la sombra del régimen judaico de la familia Frondizi - Kirchner se distribuyen en tres categorías:
1) los que pertenecen a las organizaciones comunistas ortodoxas y que dependen en mayor o menor escala del aparato internacional del partido, o que conducen mediante una oportuna infiltración un considerable número de instituciones;
2) los que encaramados en el poder han constituido las condiciones para dar prestigio y solidez al “frente del algodón”, en el que participan sectores diversos y contrarios; estos dirigentes piensan – y quizá acertadamente – que no será posible el estado marxista latinoamericano, o la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Latinoamericano, si no se las instaura instrumentalizando el catolicismo en quiebra;
3) los miembros de las logias – ideólogos, financieros, industriales, políticos dirigentes obreros, y universitarios – prontos a aceptar la esclavitud marxista, si ésta es necesario para instaurar el “hombre progresista y dinámico”, dirigido por una tecnocracia, dueña del poder político, y cuyo programa sería: “expansión del confort técnico, aún a costa de la vida del espíritu”.

De a contraposición y entrelazamiento de todas estas líneas compleja – las del procomunismo, presentadas con mentalidad judaica y las anticomunismo, presentadas, presentadas con esta mentalidad social-cristiana de ceder en todo, menos en el lucro y la explotación – de estas líneas el panorama bolchevique en Argentina. Mejor dicho, en ellas adviértase la consolación de la “mentalidad” bolchevique que ha invadido todas las estructuras argentinas. El proceso, atribuido a una consecuencia del liberalismo del siglo XIX, y a sus formas regiminosas en las primeras décadas del siglo XX; explicado por una táctica de infiltración, dirigida desde hace cuarenta años por Moscú; ¿ahora, desde La Habana, Caracas, Méjico, Sao Pablo? Buenos Aires, out. Y referido constantemente a un enemigo externo, que ha vencido las resistencias internas de un pueblo cristiano, este proceso requiere sin embargo indagación más honda.
Es posible sostener, frente a este criterio, una explicación trágica, si se quiere, pero más conforme a la verdad; y al mismo tiempo frente al empuje incontrastable de la “mentalidad” bolchevique, esa explicación nos podría devolver las bases de un nuevo itinerario, viejo tema sin embargo porque enraíza en la tradición de las fuentes imperecederas.

Dos coordenadas conducen al punto que hemos denominado mentalidad bolchevique de la Argentina: primero la que viene de afuera, de Europa, y más concretamente de Moscú – y ahora también de Washington; la segundo la que representa el desarrollo de la mentalidad de Hispanoamérica, difundida, consolidada y proseguida por el catolicismo barroco de la ratio studiorum, de la ética racionalista - sin atingencia con el sentido del misterio cristiano – característica de las orientaciones jesuitas. La causa fundamental de la “mentalidad” bolchevique está pues en el desarrollo interno de la mentalidad religiosa argentina, hija de la contrarreforma.

También aquí le toca a la Universidad – y particularmente a la Universidad de Córdoba que pasa por haber sido madre y custodia de una tradición intelectual – el triste privilegio de ser causa – y de signo – de este itinerario. Pues la Universidad de Córdoba, nacida en pleno desarrollo de la mentalidad barroca del jesuitismo hispanoamericano, se constituyó como ruptura congénita del orden sapiencial – y por ese nunca hubo universidad en la Argentina. Pasó luego al envilecimiento teológico y metafísico de las corrientes nominalistas y cartesianas; rechazó más tarde en nombre del racionalismo empírico, los verdaderos maestros de la antigüedad greco-romana-cristiana y medieval; eliminó sin contemplación el saber histórico propio de la filología clásica del siglo XVIII, y desembocó finalmente en el espectáculo tristísimo de este último siglo: liberalismo contra la tierra, en nombre de esquemas abstractos y comunismo de la reforma universitaria del 1918, con todas las explosiones diabólicas de un alzamiento contra la Sabiduría. (Contra el Saber, la Ciencia y métodos con sentido histórico).

Ha concluido por coronar su historia prohijando una secta religiosa anti-católica, que funcionaba a mediados del siglo XX a la sombra de la Facultad de Filosofía de Córdoba. El camino es completo: desde el barroco jesuítico a la mentalidad bolcheviques de resonancias místicas y salvíficas, inspiradas nada menos que en San Juan. Se trataba del grupo instituto nuevo mundo con César Vallejos como inspirador y Juan Larrea como conductor.

Si a ello se agrega la extinción de la cultura coral gregoriana, extinción propugnada por la Compañía de Jesús; su internacionalismo sin radicación en el suelo; su humanismo, carente de una concepción religiosa del mundo antiguo – y muchos otros elementos – tendríamos en rápida enumeración los antecedentes más importantes de esta mentalidad bolchevique del ahora. Los enemigos de afuera han venido a cosechar, y no sólo a sembrar. Y su misma siembra ha cobrado dimensiones insospechadas, sobre todo en estos días cuando controlan, con las 20 universidades o 50 universidades estatales, la posibilidad de influir sobre más de quinientos mil estudiantes, a través de 10.000 cátedras.

“Tres son las partidos de las ciudades: el primero, de los ricos, inútiles que siempre quieren más. El segundo, de los pobres, que carecen de sustento, terribles, dados a la envidia y engañados por las promesas de sus malvados jefes. Y EL TERCERO, EL QUE ESTÁ A IGUAL DISTANCIA DE AMBOS, SALVA LAS CIUDADES Y PROTEGE EL ORDEN ESTABLECIDO POR ELLAS”. (EURIPIDES, Suplicantes, v. 238-245).

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis
nº 164

Cátedra de la Argentinidad: DON LUIS GUILLERMO MARTÍNEZ VILLADA y NIMIO DE ANQUÍN.

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