jueves, octubre 09, 2008

Perón y la cultura hispánica


Cervantes, prototipo católico.
Discurso del Gral. Juan Domingo Perón

La posteridad, que desdeña los inventos de quienes odian todas las muestras de la grandeza, ha hecho a CERVANTES la justicia que él esperaba con profética certidumbre. En efecto, en el escudo que exhibe la edición primitiva del Quijote, CERVANTES grabó el conmovedor versículo de JOB: POST TENEBRAS SPERO LUCEM. No puede suponerse mera coincidencia la elección de esta leyenda. El inmortal alcalaíno fue, dramáticamente y de una manera tan lacerante que duele el alma sólo pensarlo, el prototipo del caballero católico, de raíz hispánica, que se sumerge en el diálogo metafísico con la propia Divinidad, movido por la angustia de arrancar sus secretos al infinito. Llevado por el fuerte poder creador de lo español, CERVANTES se tortura en el intento de descifrar todos los misterios de la vida y de la muerte, del espíritu y de la inmortalidad. Su indómita inteligencia no puede resignarse al acatamiento sumiso de los dictados teológicos y quiere – como JOB – “Venir a razones con la Divinidad”. Urgido por la tremenda necesidad de saberlo todo, levanta el alma su alma a Dios, con delicada humildad, pero dispuesta a interrogar, a hurgar, a saber, pues le atormenta la idea de que acaso su certeza resulte insuficiente y no sea debidamente viva su pasión. Por eso, en la edición primigenia de Quijote, CERVANTES se ampara en la dolorosa figura bíblica y se conforta con la desgarradora certeza de que, más allá de las tinieblas, lo espera la luz…
Toda la obra cervantina está penetrada de este latido inmaterial, de esta como niebla desvaída, en que las cosas se van desdibujando y, no obstante, precisando, porque tal es la magia de la eternidad. CERVANTES tiene la plenitud y la hondura de lo inefable. ORTEGA Y GASSET lo dice: “He aquí una plenitud española. He aquí una palabra que en toda ocasión podemos blandir comp. Si fuera una lanza. Si supiéramos con evidencia en qué consiste el estilo de CERVANTES, la manera cervantina de acercarse a las cosas, lo tendríamos todo logrado. Porque en estas cimas espirituales reina inquebrantable solidaridad y un estilo poético una filosofía y una moral, una ciencia y una política”. ¿No estará todo chico, por el propio CERVANTES, cuando pone en labios de MARCELA, estas palabras maravillosas: “Tienen mis deseos por término estas mañanas y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera”?

Inteligencia y Milicia

Aquí podría terminar el somero viaje cervantino, con que me quise adherir a la solemne celebración del más grande de los escritores castellanos. Pero antes quiero detenerme, siquiera sea por unos instantes, en el inmortal Discurso de las Armas y de las Letras, que CERVANTES confía a la minuciosa elocuencia de Don Quijote. Cuando el 10 de junio de 1944, cúpome la honra de inaugurar la cátedra de defensa nacional en la Universidad de La Plata, me propuse destacar el sutil enlace que existe entre la inteligencia y las armas, aduciendo: “No es suficiente que los integrantes de las fuerzas armadas nos esforcemos en preparar el instrumento de lucha, en estudiar y preparar la guerra; es también necesario que todas las inteligencias de la Nación, cada una en el aspecto que interesa a sus actividades, se esfuerce también en conocerla, estudiarla y comprenderla”. Aquel pensamiento cervantino, disgusto a algunas inteligencias que se proclaman fieles a CERVANTES. Sin embargo, el inmortal complutense aboga por la principalísima importancia que tiene el espíritu en el ejercicio de las armas impugnando a quienes sostienen lo contrario, “como si en esto llamamos armas los que las profesamos, no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutarlos mucho entendimiento, o como si no trabajase el ánimo del guerrero, que tiene a su cargo un ejército o la defensa de una ciudad sitiada, así con el espíritu como con el cuerpo”.
El Discurso de las Armas y de las Letras, es una de las piezas literarias más acertadas y hermosas que ha producido el ingenio humano. El soldado con toda la fuerza de renunciamiento que le impone el implacable deber, aparece proyectado en esa atmósfera translúcida e insensible en que la propia vida pierde toda significación. Así, sabedor que el enemigo esta minando la parte en que él mismo se encuentra, no le queda otra alternativa que dar aviso al capitán “y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad”. Así, también, el marinero, que en la lucha con galeras enemiga, “apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta el fin del mundo, otro ocupa su mesmo lugar, y si éste también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes”.
En el Discurso, CERVANTES proporciona la imagen del héroe, en el gesto perenne de la heroicidad: esa plenitud de lo corporal y lo espiritual, en una amalgama tan indivisa y fluyente, que lo físico se hace etéreo y el puro valor anímico se torna irrealidad. Es el heroísmo que no tome a la muerte porque ama a la inmortalidad.
En el héroe cervantino, esta sumergido y latente el ideal hispánico – ascético, estoico, acaso resignado -, en el que se abre la flor de la caballería y se amasan los héroes y los santos. Ya lo dijo CERVANTES: “El soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga”.
Según acabamos de ver, hay un concepción del mundo y del lugar que el hombre ocupa como sujeto de la Eternidad, que es típica de la cultura occidental y cristiana. En el –ámbito de ese orbe espiritual, que es el más puro y elevado que han dado los siglos, España y el hispanismo representan la más prodigiosa acumulación de incitaciones ideales. Toda fecundidad está ingrávida en su arco y sus flechas abren esa multiplicidad de destinos, en que consiste, precisamente, la universalidad de lo español. WEBER ha dicho, con notable acierto, que “lo universal se hace concreto en cada lugar”. No es otro el misterio y la magia de CERVANTES. Lo que Don Quijote tiene de español, de auténtico, de aferrado a lo suyo, es lo que le brinda esa universalidad que le permite cabalgar por todos los caminos. “Don Quijote y Sancho poseen el mundo”, ha dicho con acierto un notable cervantista inglés.
Por esto, hablar de CERVANTES o de España, es meditar alrededor de un único tema. Tema que es tan nuestro como de España, porque es cuanto suspira por cosas eternas, adheridas al magro terrón de su tierra única y de su pueblo diferente. MADARIAGA ha dado una hermosa explicación de esta dualidad: “Esta universalidad de Don Quijote se debe – escribió -, no a su españolidad precisamente sino a lo profundo del nivel a que CERVANTES llega en su percepción y creación de esta españolidad. Porque lo universal no se alcanza generalizando, es decir extendiéndose a derecha e izquierda para ampliar el área de la observación, sino ahondando en lo único”, o, podríamos completar nosotros, “elevándose hasta lo infinito”.

La Revolución y las armas


No improviso, por cierto, al proclamar en este acto, mi profunda adhesión a los valores espirituales, que nos vienen de la tradición hispánica. En esto, como en tantas otras cosas, la unidad de mi pensamiento ha permanecido inalterable. Desde los balcones de la Casa de Gobierno, el 8 de julio de 1944, en homenaje a la Patria, que surgió del genio y de la sangre de España, proclamé la necesidad de que la Revolución llegue a las almas, porque en este país, donde la naturaleza, con toda prodigalidad ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a Dios por sus dones maravillosos; pero esa riqueza no es todo, sino que es necesario tender también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituyen los únicos valores eternos y que son los que unirán, si es necesario, a los argentinos en defensa de la Patria.
CERVANTES – prototipo del español – siente, por encima de todo, el amor a España. Ni los sufrimientos corporales que le agobian en los campos de batalla, en los grandes combates navales del Imperio o en las mazmorras de Argel; ni la pesadumbre moral que le causa el olvido en que tienen los jefes a quienes ha servido; ni la desesperación que le produce el no poder trasladarse a América, ni el rigor de las prisiones llegan a quebrar la exaltada adoración que siente por España, con este patriotismo a la vez lírico y heroico que sus páginas encierran o que sigilosamente anima el espíritu de sus obras.

Continuará en la próxima edición con La grandeza de España.
(Reseña de: “Romanidad e Hispanidad en América. Discursos del Gral. JUAN DOMINGO PERÓN sobre la Latinidad y la Hispanidad. Ediciones del Copista, Córdoba, 1996, 64 páginas, véase: páginas 39-45. Autor: Centro de Estudios América Románica).
El Centro de Estudios América Románica de la Ciudad de Córdoba se propone crear un ámbito para reflexionar sobre la herencia cultural que recibimos de la Antigüedad Clásica y el Cristianismo y de los pensadores modernos que la han recreado, herencia que nos configura como hispanoamericanos.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 103 Cordubensis

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