jueves, julio 31, 2008

EL PERFIL HISTORICO DEL MOVIMIENTO NACIONAL

UNO de los problemas más debatidos en el período de ascensión y declinación de los movimientos nacionales ha sido el de establecer lo específico de dichos movimientos en relación con los antiguos partidos políticos. ¿En que se diferencia un movimiento de un partido político? Generalmente se decía que un movimiento tiende hacia la omnipotencia del Estado, mientras que un partido político tolera la existencia de la oposición.
Esta característica no constituye la esencia de los movimientos nacionales. Más bien es el resultado de unas exigencias históricas (la lucha contra el comunismo) que un signo distintivo de estos movimientos. Si el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán han modelado el Estado a base de un partido único, es éste un asunto que se refiere exclusivamente a la suerte de estos dos movimientos. Otro movimiento, o bien los mismos movimientos, en circunstancia históricas distintas, hubieran procedido de otro modo, sin alterar su personalidad. La existencia de los movimientos nacionales no está indisolublemente unida a la idea del Estado totalitario, ya que ellos tienen una adherencia en las masas populares como los demás partidos políticos. Su situación, dentro del Estado, no debe confundirse con la del comunismo, que no tiene otra solución en el plano del gobernar que ha imponer su dominación por la violencia y el terror.
Los movimientos nacionales tienen un contenido mucho más profundo, que está por encima de la forma del Estado que eligen en un momento adecuado para expresar sus ideales políticos. Lo que hace distinguir un movimiento nacional de un partido político es la perspectiva ideológica por la cual se afirma en la vida pública. Un partido político desarrolla su actividad conforme a un programa; un movimiento posee algo más que un programa: posee una doctrina. Los programas de los partidos contienen sin duda ciertas que, con algo de benevolencia, pudieran ser llamadas también doctrinas. Pero analizando el contenido ideológico de los partidos políticos comprobamos que está relacionado estrictamente con lo contingente, con lo inmediato, que no sobrepasa la actualidad político-administrativa del Estado. Falta en los programas de los partidos la parte de la concepción, de la creación política. Falta la “gran política”, la visión histórica de la nación.
Los partidos se benefician de una situación doctrinaria ya establecida. Los grandes principios políticos – que son los mismos para todos los partidos – no interesan ya a sus dirigentes. Recuerden aquellos principios solamente en las ocasiones solemnes. Por eso los partidos políticos, a pesar de la enemistad que muestran unos contra otros delante del público, no representan en el fondo mas que unas variantes de la misma mentalidad política. Sus divergencias son secundarias, porque no tienen como base divergencias ideológicas. Sus doctrinas no difieren unas de otras o, mejor dicho, no poseen doctrina alguna.
Un movimiento de integración nacional aparece cuando nación esta invadida por inquietudes espirituales. La situación doctrinal existente no satisface ya a la nueva generación. Ésta empieza a distanciarse de la manera de pensar del personal político del país. La atmósfera pública le parece irrespirable. Busca otra salida, una evasión, una nueva orientación, sin saber concretamente lo que quiere. Cualquier movimiento comienza con una agitación nebulosa de la nueva generación, con una revuelta creciente contra el conformismo del pensamiento de los que detentan el poder. Se llama “movimiento” porque es el resultado de un “movimiento”, de una vibración del alma. Su centro de gravedad se halla en el alma; no es el resultado de unos descontentos políticos pasajeros. Las almas se alejan de la mentalidad dominante en la clase dirigente para buscar su propio camino. Entre la antigua y la nueva generación se produce un divorcio espiritual. Para esta generación el llamamiento de la Patria tiene otra significación, asciende hacia otra altitud histórica.
El estallido de un movimiento no es el resuelto de un plan, de una deliberación, de un acuerdo entre varios individuos. En sus orígenes no existe nada premeditado. El impulso para la constitución de un movimiento sube de las profundidades del ser nacional. En los primeros brotes del de un movimiento encontraremos siempre la reacción instintiva de un pueblo ante el peligro que le amenaza. La nueva generación es más sensible ante este peligro porque tiene una vida por delante. Por eso encontraremos siempre a la juventud al frente de todos los movimientos de resurgimiento nacional. Una nación cuya juventud es apática e indiferente delante de los problemas que le plantea el tiempo en que vive, es una nación sin porvenir.
En esta fase, el movimiento no representa todavía un valor político. Es una ola de agitación turbia, una convulsión del organismo nacional. Para ganarse el derecho de ciudadanía en la Historia, tiene que sobrepasar esta fase infantil, definiendo sus objetivos. La suerte de un movimiento del pueblo depende siempre de la aparición de una personalidad excepcional, capaz de clarificar las aspiraciones confusas de sus contemporáneos Un fundador de movimiento no crea ese estado de espíritu que está en la base de ese movimiento. El capta solamente la efervescencia revolucionaria de su época y la dirige en un sentido constructivo y creativo. Cava un cauce al tumulto de las pasiones. Clarifica las inquietudes espirituales de una nación, tanto en el campo de las ideas políticas como en el de la acción política: elabora una doctrina y crea el cuadro político destinado a orientar las energías nacionales.

JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA y CORNELIU CODREANU han aparecido en circunstancias históricas análogas. Cada uno ha sido llamado por el destino a resolver una situación revolucionaria en su patria, y cada uno ha cumplido con intachable lealtad este papel histórico. Gracias a su poder creador han transformado el dinamismo confuso de una generación en un movimiento coherente y consciente de sus responsabilidades. Ellos han estilizado estos movimientos, han cincelado su personalidad y les han dotado en una cadencia histórica. Los han elevado al rango de entidades políticas.
Indudablemente existen ciertas semejanzas entre todos los movimientos nacionales en la manera de enfocar los problemas de la nación; pero no son el resultado del trasplante de unas ideas de un país a otro. MUSSOLINI tenía razón cuando decía que “el fascismo no es una mercancía de exportación”. Las afinidades de concepción entre los movimientos nacionales tienen otro origen. Se deben solamente a un estado de espíritu general, a un fenómeno de proyección europea. Estos movimientos n se han imitado entre sí, sino que cada uno respondió conforme a las peculiaridades de su pueblo al llamamiento que la Historia ha dirigido a todas las naciones. El sentido nacional existe en estado latente en el seno de cada pueblo y no le falta más que el ambiente histórico para entrar en efervescencia. Si el fenómeno nacionalista se ha manifestado con tanto vigor después con tanto vigor después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), es debido a que sólo en esta época se han reunido las condiciones necesarias para su florecimiento. Con la entrada de las masas nacionales en la Historia, el nacionalismo ha recibido también un nuevo impulso. Encontró una base más amplia para afirmarse. En los siglos pasados, la conciencia de los pueblos no tenía más órgano de manifestación que la clase restringida de sus dirigentes políticos. Con la participación de las masas en la vida política, la conciencia de los pueblos entra en una fase de expansión. Las masas populares no han modificado solamente el paisaje social de la nación, sino que son responsables también de la aparición del nacionalismo. Con su penetración en la vida del Estado, salen a la luz también los caudales de energía de los pueblos. El movimiento nacional es la única fórmula para que las masas sean integradas en el Estado nacional. Si el dinamismo de un pueblo no es captado por el nacionalismo, las masas se alejan de la nación, y el terreno queda libre para el comunismo.

No se puede atribuir a una imitación el parentesco de ideas entre los movimientos nacionales: el nacionalismo es un valor inimitable. Esta manera de afirmarse en la Historia obliga a los pueblos a buscarse a sí mismos, con el fin de descubrir su propio ser. Para poder determinar los objetivos que perseguirán en el campo político, las naciones deben explorar previamente su interior para saber quiénes son y cuál es su identidad histórica. El genuino sentido de Patria obliga a cada pueblo a partir de su mismo ser, de sus propios recursos interiores.
Por el camino de la búsqueda de sí mismo, un país puede llegar más rápidamente que otro a la posesión de las verdades nacionales. JOSÉ ANTONIO explica claramente en qué se resume la supuesta imitación del fascismo: “España, contagiada de este calor, no va a imitar a Italia: va a buscarse a sí misma; va a buscar en las entrañas propias lo que Italia buscó en las suyas”. (Obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Ed. Cronológica. Recopilación de Agustín del Río Cisneros. Madrid, 1951, p. 204).

En la lejana Rumania, CORNELUI CODREANU llega a las mismas conclusiones. Un movimiento nacional está íntimamente relacionado con el grado de conciencia que han adquirido las masas de la nación, experiencia que hoy día ya todas las naciones. “Un pueblo en su totalidad llega a la conciencia de sí mismo, de su misión y de su destino en el mundo. En la historia de los pueblos sólo hemos encontrado unos destellos pasajeros. Desde este punto de vista, hoy día nos hallamos ante unos fenómenos nacionales permanentes”. (Codreanu: Pentu Legionari, p. 312-313).
Mientras provocaban las fuerzas del mal, JOSÉ ANTONIO y CORNELIU CORDREANU no han tenido apoyo suficiente para su lucha en sus propias naciones, y tampoco en el mundo que se decía nacionalista. Los enemigos han llegado a aislarlos, a encerrarlos, y, en breve, bajo un pretexto cualquiera, a matarlos. De nada les ha servido ser inocentes. Los que les han condenado y matado no hacían más que ejecutar una sentencia previa de las fuerzas mundiales del mal.
CORNELIU CODREANU había previsto su fin ya desde los primeros años de su lucha:
“Mandarán capturarnos y matarnos. Escaparemos, nos ocultaremos, combatiremos; pero al final seremos muertos. Entonces aceptaremos la muerte. Correrá la sangre de todos nosotros. Este instante será el más grande discurso nuestro dirigido al pueblo rumano, y el último”.
El “último discurso” de JOSE ANTONIO y CORNELIU CODREANU es la garantía del carácter duradero de su obra.
Su gloria de mártires de la fe cristiana y nacionalista perdurará por siglos en la conciencia nacional de sus pueblos español y rumano y de las otras naciones.

Editó Gabriel Pautasso
Diariopampero nº 33. Abril de la Pascua de 2008

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